EL INICIO


En la mente de mi esposa retumbaban como melodía las palabras de Esteban, su compañero de trabajo. “Eres hermosa” “Eres una diosa” “tienes un cuerpo perfecto” “Me gustaría acariciarlo” “´Cuantas ganas tengo de hacerte feliz”. Se las había repetido, casi desde que se conocieron dos años atrás y hace apenas tres meses, él se atrevió a darle un beso, que ella no rechazó y desde entonces comenzó una relación de noviazgo, ahora se encontraba en la disyuntiva de dar el siguiente paso o no. Tener relaciones sexuales con él.

Llevamos 23 años de casados, y fue el 12 de febrero de 2014, cuando ella decidió ponerme los cuernos con su compañero de su trabajo. Fue una decisión totalmente de ella y algo que pudo haber sido la causa del final de nuestro matrimonio, terminó siendo la experiencia más erótica que hemos vivido.
​Nuestra vida matrimonial había sido extraordinaria, al inicio de ella, nuestros ímpetus juveniles nos llevaron a intentar conocer formas alternativa para disfrutar nuestra sexualidad, comenzaba el movimiento swinger y la curiosidad nos hizo querer conocerlo. Fuimos a bares y clubes, conocimos parejas, pero finalmente no se dio nada. El ambiente lleno de personas que tratan de aprovecharse nos hizo desistir de nuestro intento de experimentar algo diferente, aunque fantaseábamos mucho. Después llegaron los hijos y definitivamente nos olvidamos del tema.

En medio de una crisis en nuestro matrimonio, y después de tres meses de noviazgo con Esteban, mi esposa decidió tener relaciones sexuales con él. Esteban era su compañero de su trabajo y llevaba varios meses asediándola y pidiéndole tener una relación. Yo sabía de esa situación porque mi esposa me lo comentaba cada vez que él le hacía alguna propuesta y le deba algún regalo, aunque nunca pensamos que la situación fuera a dar para más.


Durante varios días, noté que mi esposa pasaba mucho tiempo chateando con alguien, en un principio no me sorprendió, ya que sabía que a veces lo hacía con sus hermanos o alguna amiga, sin embargo, comencé a notar que, durante la noche, se pasaba largas horas haciéndolo, incluso a veces durante la madrugada.


Una vez, mi esposa dejó su teléfono sobre la mesa mientras ella se bañaba, fue entonces cuando entraron algunos mensajes de texto, en un principio no les tomé importancia, pero en un momento dado al pasar junto a la mesa, alcancé a ver que era un mensaje de Esteban, su compañero de trabajo y la palabra amor.

Fue cuando levanté el teléfono y abrí el chat. Había varios mensajes de Esteban hacia mi esposa diciéndole frases de amor, al continuar leyendo la conversación, me di cuenta que se habían puesto de acuerdo para ir a coger el martes siguiente.

Mi reacción fue de sorpresa y enojo, cuando ella salió del baño, discutimos al respecto, y ella me recordó “Cuando querías que fuéramos swinger no te importaba que yo cogiera con otro, ¿Por qué ahora que yo lo he decidido si te molesta”? No supe que contestar, ella tenía razón. Finalmente estuve de acuerdo con ella y acepté que fuera a coger con Esteban.

Fue precisamente un 12 de febrero de 2014 cuando mi esposa me hizo oficialmente cornudo. Se fue todo un día con él y cogieron muchas veces y desde ese día, mi esposa no volvió a ser la misma. Se volvió una mujer más decidida y segura de lo que quiere. Mi cornamenta siguió creciendo, llenando nuestra vida de pasión y erotismo. Esta es nuestra historia.



001.- LA DECISION DE MI ESPOSA



Los labios de Esteban se posaban una y otra vez sobre los de mi esposa, los besos que ambos se prodigaban cada vez eran mas profundos, las manos de aquel hombre recorrían, sobre la ropa, el sinuoso cuerpo de la madre de mis hijos. Se detenían en sus senos y los apretujaban.

Había pasado más de tres meses desde la última vez que mi esposa y yo habíamos hecho el amor, mas por obligación que con ganas, nuestra relación era distante desde hace casi seis meses y aunque tratábamos de ser cordiales, normalmente terminábamos discutiendo.

Yo la seguía amando, y ella decía que también me amaba, pero la monotonía había entrado en nuestras vidas. Las obligaciones mutuas, el forzoso cuidado de nuestros hijos, habían venido mimando nuestra pasión.

Lejos habían pasado aquellos días en los que íbamos a bares swinger a ver si se daba una aventura, la cual jamás sucedió, pero el ver a parejas que cogían en la mesa de junto y estar en contacto con personas de un ambiente liberal, hacían que nuestras fantasías fluyeran. Lo mas que llegamos a hacer fue tener relaciones sexuales enfrente de la cámara computadora mientras chateábamos con algunas parejas. Era un grupo de mas o menos seis parejas que nos íbamos turnando para coger frente a la cámara. Actividad que llegábamos a realizar entre tres o cuatro veces a la semana.

Al retirarnos de ese ambiente, nuestra vida se volvió rutinaria, y aunque tratábamos de fantasear con lo vivido, nuestra vida sexual fue decayendo, hasta llegar al punto que nos volvimos mas unos conocidos que hacíamos vida en común.

Esteban, es un compañero de trabajo de mi esposa. Desde que ella llegó a la dependencia en la que labora, él comenzó a acosarla. Al principio muy sutil, piropos y pequeñas atenciones y algunas indirectas. Pero con el paso de los meses las indirectas se volvieron mas directas. Mi esposa lo rechazaba una y otra vez, pero no cejaba en su intento y seguía insistiéndole en tener una relación con ella. Obvio, él sabía que era casada e incluso me conocía a mis hijos y me conocía, aunque nunca nos hablamos y cuando mucho cruzamos un saludo.

Mi esposa le había contado de nuestros problemas, y le decía que aún me amaba y que no sabía que hacer para mejorar nuestra relación y Esteban vio en eso una oportunidad y decidió ir por todo, y le dijo a mi esposa que de plano ella le gustaba mucho, que tenía muchas ganas de besar sus labios y que además estaba obsesionado con sus nalgas, que no le iba a exigir una relación seria, que solo quería una relación basada en sexo, que no quería que se divorciara ni nada por el estilo, que no tenía por qué sacrificar su matrimonio, que solo quería coger con ella, primero para que ella se sintiera menos deprimida y se olvidara de sus problemas por un rato, pero además para hacerla sentir una verdadera mujer, le comentó que ella era muy atractiva y que no se le hacía justo que sólo se la cogiera un solo hombre, que ella era mucha hembra y que tenía que conocer otras vergas para que escogiera cual era la que mas la llenaba como mujer.

Dicho comentario caló en mi esposa. En realidad, yo había dejado de tener atenciones con ella, ya no le decía lo mucho que me gustaba. Oír las palabras de Esteban le levantaron el autoestima que ella sentía algo decaído.

A partir de ese día, Esteban se volvió mas atrevido. A cada rato le decía que cuando iban a coger, que ya era hora de que se decidiera, que le contestara rápido o de plano la iba a violar. Cuando se cruzaban en algún pasillo, el le daba una nalgada o de plano le acariciaba las nalgas o de plano se acercaba al escritorio de mi esposa, le tomaba la mano y la ponía sobre su pantalón para que sintiera la erección que estaba teniendo en ese momento: “Mira como me tienes” le decía “Y si está dura nomas de imaginarlo, como será cuando te la esté metiendo”. Mi esposa acariciaba el duro bulto que sentía a través del pantalón, tal vez imaginándose que sería sentir esa dura verga dentro de ella.

Algunas veces salían a almorzar y fue una de esas mañanas en la que Esteban seguía insistiendo a mi esposa para que aceptara su propuesta. ante la insistencia de Esteban, se besaron. La resistencia de mi mujer comenzaba a desquebrajarse. Finalmente ella aceptó que comenzaran una relación con la condición de que ella decidiría si tendrían relaciones sexuales. Esteban aceptó con la seguridad de que al final mi esposa sería para él. 


Comenzaron un romance en el que aprovechaban la estancia de ambos en una misma oficina, para irse a un lugar apartado y besarse y cachondearse. Al principio Esteban sólo la acariciaba por encima de la ropa, pero a los pocos días comenzó a meter sus manos por debajo de la ropa, acariciaba y pellizcaba sus pezones, bajaba ligeramente sus pantalones o subía la falda o vestido para acariciar sus nalgas y poder meterle los dedos en su vagina y ano. Mi esposa se excitaba, pero se sobreponía a la excitación y lo detenía. Quería sentirlo dentro de ella, pero aún no estaba segura de que fuera lo correcto.

Fue entonces cuando vino el cambio. Ella se comenzó a esmerar en su arreglo personal, se veía más hermosa que de costumbre, más alegre… y mas alejada de mí. Si de por si los besos y las caricias no eran muy frecuentes, de plano desaparecieron, comenzó a decirme que se quedaría en el trabajo más tiempo del normal, en realidad aprovechaban para ir a algún lugar en el que aprovechaban para seguir con su romance.


Por las tardes, cuando estaba en casa la veía hablar frecuentemente por teléfono, en la terraza de la casa o se encerraba en la recamará, solo oía como se reía al hablar. Por las noches, sólo escuchaba los tonos de los mensajes que le llegaban, la veía sonreír y contestarlos, con el tiempo me enteré que durante las llamadas y los mensajes el le decía cosas muy cachondas y calientes para convencerla de ir a coger.

Fueron tres meses de cachondeo y calentones. Finalmente, en uno de los tantos almuerzos que ellos aprovechaban, mi esposa aceptó tener relaciones con él.

Pero todo debía de ser planeado. Se supondría que yo no me enteraría, por lo que debía ser entre semana. En nuestra vida diaria, mi esposa recogía a los niños de la escuela y después yo pasaba por todos para irnos a casa, sólo cuando tenía trabajo extra yo pasaba por los niños y ella llegaba mas tarde.

Ambos pidieron permiso para faltar a su trabajo, como mi esposa tenía que ir a su trabajo, para que yo no sospechara nada, en cuanto yo la dejara se saldría de la oficina y se verían en un pequeño restaurante donde desayunarían y después se irían a un hotel, en donde estarían toda la mañana y saldrían a tiempo para que fuera por los niños a la escuela y yo pasara por todos. El plan perfecto, nada podría salir mal. Mis cuernos, estaban por nacer.


002.- LA PREPARACIÓN O EL PLACER DE ARREGLAR A MI ESPOSA PARA OTRO


Eran las seis de la mañana de aquel 12 de febrero de 2014, en realidad no había dormido en toda la noche, estaba nervioso, enojado, pero, sobre todo, estaba excitado. Mi esposa dormía, tranquila, hermosa como siempre, pero en ese momento la vi aún más hermosa que nunca, admiré su cuerpo semidesnudo, bien formado, quise acariciarlo, pero me detuve. Tenía una erección muy fuerte, mi pene estaba tan duro como una roca. ¿El motivo? Ese día mi esposa se iría a coger con otro hombre.


Tres días antes, descubrí que mi esposa me estaba siendo infiel, cuando revisé su teléfono y descubrí varios mensajes de Esteban hacia ella diciéndole frases de amor, al continuar leyendo la conversación, me di cuenta que se estaban poniendo de acuerdo para ir a coger el martes siguiente.

Al principio reaccioné con mucho enojo, reclamándole su engaño, y en medio de los gritos ella me respondió “Cuando querías que fuéramos swinger no te importaba que yo cogiera con otro, ¿Por qué ahora que yo lo he decidido si te molesta? No supe que contestar, tenía razón.

Me había confesó que tenía más de tres meses de estar saliendo con Esteban su compañero de trabajo, curiosamente el mismo tiempo que teníamos sin haber tenido relaciones sexuales, me explicó que hasta ese día sólo se habían besado y uno que otro cachondeo, pero que había decidido ir a coger con él, y que sería precisamente al martes siguiente cuando lo harían.

Algo que no puedo negar fue que, entre discusiones y gritos, mi verga se comenzó a poner dura, imaginándola en brazos de otro hombre. El haberme enterado que mi esposa se había atrevido a serme infiel, produjo en mi una serie de emociones y sentimientos encontrados. Primero el enojo y coraje por la infidelidad sufrida, pero a la vez el morbo y la excitación al imaginármela siendo besada y manoseada por Esteban, lo cual crecía en la medida que ella me contaba como se habían dado sus encuentros y lo que habían hecho hasta ese momento. Además, el enterarme que ella quería e iba a ir a coger con él al día siguiente, hizo que mi excitación llegara al máximo, solo de imaginarme que en un día, aquella mujer que hasta ese momento había sido mía, que me entregó su virginidad, la madre de mis hijos, iba a ser de otro hombre.

Finalmente dejamos de discutir y cambiamos el tono de la conversación. Era obvio que ella no me estaba pidiendo permiso, que solo me estaba avisando y que lo iba hacer estuviera

yo de acuerdo o no, por lo que decidí ser condescendiente con ella. Estaba decidido, ella cogería con Esteban.

Sin embargo, a partir de ese momento, mi actitud hacía mi esposa comenzó a cambiar. Sin duda estaba enojado, aunque muchas veces habíamos hablado de que me gustaría verla coger con otro hombre, se suponía que ese tema estaba olvidado, además, igual se suponía que iba a ser de mutuo acuerdo, y sobre todo que yo estaría presente. Ninguna de esas condiciones se había cumplido, pero a la vez, me sentía muy excitado, emocionado, incluso  a ratos, contento, porque a pesar de que habían pasado muchos años sin que lo hubiéramos logrado, por fin mi esposa estaría con otro hombre, y fue cuando le puse tres condiciones: primero me contaría todo lo que hicieran, con detalles, sin omitir nada, segundo, que cogería sin condón y tercero, que no se limpiaría nada, que llegaría a casa con todo el semen que Esteban pudiera arrojarle. Ella dudó y fue cuando usé el mismo argumento, “si hubieras cogido con otro cuando queríamos ser swingers, no me hubieras contado nada, porque yo hubiera estado ahí”, estábamos a mano, así que aceptó.

Nos fuimos a dormir ambos emocionados de lo que sucedería al día siguiente.

Ese día, en cuanto salí de la ducha, me dirigí a mi esposa, despertándola suavemente y le dije: “Amor, es hora de que comiences a arreglarte”, ella se metió a bañar, mientras yo busqué en sus cajones ropa interior. Escogí un coordinado consistente en un brasier de media copa y una tanga ambos en color negro. Encontré un liguero de la época en que incursionamos en el mundo swinger y le tomaba fotos y los puse sobre la cama junto con unas medias negras.



Al salir de bañarse y ver lo que estaba en la cama, me preguntó que significaba, yo le respondí “Tu decidiste ir a coger con Esteban, ahora yo decido que te pones.”, ella me contestó que con esa ropa se iba a ver muy puta y le contesté “Estas a punto de convertirte en un, así que usa el uniforme” Ella se medio molestó, pero finalmente aceptó ponerse esa ropa.


Antes de que comenzara a vestirse, le pedí que me dejara arreglarle el pubis. En ese entonces, mi esposa usaba el vello púbico recortado y delicadamente depilado, y me ofrecí a ayudarle a arreglárselo. Tomé un rastrillo, espuma para afeitar, un depilador y comencé a depilarle esas zonas, hasta que quedó como me gustaba vérselo, un rectangulito de vellos cortitos, sobre su rica área vaginal, que se antojaba comer a besos y chupetones. Le puse un poco de crema y me quedé observándola pensando que había ayudado a mi esposa a arreglarse el área genital, para que se la cogiera otro hombre. Ese pensamiento me excitó de sobre manera y tuve que ir al baño a masturbarme. Era la primer chaqueta que me hacía en honor a los cuerpos que me iban a salir.

Inmediatamente se puso la ropa que había dejado en la cama y en lo que ella se arreglaba, no dejaba de pensar, que esa ropa que antes se ponía para que yo se la quitara, ahora se la iba a quitar otro hombre. Los celos aparecían en mi mente, acompañados de una excitación que me enloquecía, tenía ganas de cogerla en ese momento, pero me contenía sólo de imaginar cómo sería que ella estuviera en brazos de otro hombre.

Para terminar, se puso un vestido blanco, que le llegaba arribita de la rodilla, muy entallado y un escote que, aunque no era muy grande si dejaba ver un poco de sus hermosos senos, que con el brasier de media copa, resaltaban aún más. Le pregunté ¿Por qué de blanco? y me contestó “Hoy es mi luna de miel con Esteban y es la primera vez que cojo con otro hombre, así que es como si estuviera perdiendo mi virginidad” Ambos nos reímos y la dejé que terminara de arreglarse.


Mientras ella se maquillaba, no deje de observarla, en realidad mi esposa es muy bella y cuando se esmera en su arreglo personal, sencillamente es preciosa. Hoy se estaba arreglando como una princesa para ir a coger con otro hombre. Ese pensamiento no dejaba de darme vueltas en la cabeza, Durante ese rato me masturbe dos veces, y mientras lo hacía imaginaba como iba a ser ese encuentro. Me imaginaba a Esteban acariciando el cuerpo desnudo de mi esposa, besándolo y finalmente penetrándola hasta hacerla gritar de placer. En realidad era mucha mi imaginación, la cual sería ampliamente superada por la realidad.

Pasamos a dejar a los niños a la escuela y decidí llevarla a donde se vería con Esteban, él no sabía que yo ya estaba enterado. Al principio mi esposa no quería que la llevara, temía que alguno tuviera una reacción violenta, finalmente la convencí. En el camino, le dije que no se preocupara por los niños y que se tomara todo el tiempo que quisiera. Ella sólo se rio.

Llegamos al restaurante, ambos nos bajamos de coche, Esteban esperaba en una mesa. Al verme, su cara se llenó de asombro, pero se quedó sentado, yo decidí no acercarme, simplemente tomé a mi mujer de la mano y le dije DISFRUTA y le di un beso. Ella se alejó de mi y caminó hacia la mesa donde se encontraba Esteban.

Él la saludó con un beso en la mejilla, pero mi esposa, sabiendo que aún la observaba, tomó su cara y le dio un largo beso en la boca. No volvió a voltear a donde estaba yo y Esteban, en un acto de extremo cinismo, mientras besaba a mi esposa, le comenzó a acariciar el trasero. Era obvio el mensaje, a partir de ese momento, durante ese día, mi esposa sería sólo de Esteban.


003.- NACEN MIS CUERNOS


Mi esposa y Esteban se quedaron en el restaurante, él en realidad estaba sacado de onda de haber visto que yo mismo llevara a mi esposa a su encuentro, ella le explicó que tuvo que confesarle la verdad y que a final de cuentas habíamos llegado a un acuerdo y que no habría problemas.

Mientras desayunaban mi esposa le dijo “Mira, tu dices que sólo me quieres para coger, por un calentón no voy a perder a mi familia, así que o aceptas mis condiciones o le paramos”, finalmente Esteban estuvo de acuerdo y aceptó que ya que estaban ahí pues aprovecharan la oportunidad, después de todo, era algo que había estado pidiendo desde hace mucho tiempo. Con un largo beso sellaron el compromiso que estaban haciendo.



Desayunaron muy ligero y al terminar se dirigieron a un hotel, eran apenas las 10 de la mañana cuando entraron a la habitación designada. Estaba algo fría y muy obscura, a pesar de que las lámparas estaban encendidas, por lo que Esteban abrió las cortinas para que entrara luz solar. Se acercó a mi esposa, la tomo de los hombros y le dio un profundo beso en la boca. Su lengua abrió los labios de ella y comenzó a juguetear dentro. Mi esposa correspondió al beso como una forma de tranquilizar los nervios que la invadían.

¿Tienes miedo? Preguntó el, ella le contestó que era la primera vez que estaba con otro hombre que no fuera su esposo, el le dijo, tranquila, no va a pasar nada que tu no quieras. Ella asintió y dejo que el continuara acariciándola y besándola. Esteban deslizo el cierre del vestido y este cayó suavemente a los pies de mi esposa. Esteban dio dos pasos hacia atrás y se le quedó viendo, “Estas bellísima” dijo él.

En ese momento ella quiso tomar sus cosas y salir de la habitación, pero cerro los ojos y apretó los puños y sólo se quedó parada sintiendo como los labios de Esteban, recorrían su cuello con besos muy húmedos hasta detenerse en sus senos.

Con un poco de torpeza, Esteban quitó el brasier, su senos quedaron libres, expuestos a la mirada lasciva de Esteban, quien los tomo

entre sus manos y comenzó a estrujarlos y masajearlos. Ya antes los había acariciado, pero siempre debajo de la ropa, nunca habían quedado expuestos a su mirada.


Los labios de él comenzaron a deslizarse por la piel de ella y finalmente se detuvieron en sus pezones, los besó con delicadeza y comenzó a darles pequeños mordiscos, alternando uno y otro, La piel de mi esposa se erizó, cada vez estaba mas convencida de que tenía que salir de esa habitación, pero la excitación que cada vez sentía más y más se lo impedía.

Esteban se separó de ella y se sentó en la cama y le dijo “Quítate lo demás” Mi esposa había quedado únicamente con la tanga puesta ante la mirada de Esteban, quien le dijo “Quiero estar seguro de que vas a ser mía por tu propia voluntad, así que te la vas a quitar tú. Mi esposa sabía que al despojarse de la única prenda que cubría su cuerpo, ya no habría marcha atrás, que tendría que seguir hasta el final. 

Mi esposa deslizó su mano por sus caderas y alcanzó los bordes de su tanga. Lentamente la fue bajando hasta que esta quedó en el piso, el último bastión de su resistencia había caído.

Ahí estaba mi esposa, totalmente denuda ante la mirada de aquel hombre, dispuesta a entregarse, a ser suya, a olvidarse de su esposo y de sus hijos para dar rienda suelta a su pasión por algunas horas.

ACABABAN DE NACER MIS CUERNOS.




004 LA ENTREGA



Esteban se quedó observando extasiado el cuerpo desnudo de mi esposa. Levaba mucho tiempo deseando aquel momento y finalmente, la tenía a alance de su mano. Los besos y las caricias que se habían prodigado mutuamente, por fin iban a culminar en una entrega mutua. El tenía toda la intención de ella se olvidara de su esposo, de mí. Su objetivo es que después de ese día, ella siguiera siendo su mujer, aunque siguiera siendo mi esposa.



Se levantó de la cama en la que estaba sentado, y con mucha lentitud rodeo a mi esposa admirando cada punto de su anatomía, detuvo su mirada en sus senos, deteniendo un impulso por acariciarlos, siguió dando vueltas en torno de ella, sus ojos se posaron en el trasero de mi esposa, lo miró por unos segundos y finalmente se paró justo detrás de ella.


Sus manos inmediatamente tomaron las nalgas de mi mujer, acariciándolas y estrujándolas, separándolas como si fuera una advertencia de lo que estaba por venir. Mientras, sus labios se posaron en el cuello de mi esposa y comenzó a besarlo. Con su lengua, comenzó a realizar pequeños círculos en la piel sensible de mi esposa. Recorrió con ella, cada centímetro de su cuello, besándolo y lamiéndolo, después de un rato comenzó a darle pequeños mordiscos, de ven en vez, sus labios besaban y mordían levemente el lóbulo de la oreja de mi esposa.

Ella sentía cada caricia como una descarga eléctrica. Su piel se erizaba al sentir los labios de Esteban recorrer sus cuello. Su cuerpo comenzó a responder, con contracciones de placer que hacían que su excitación aumentara. La situación propia del momento había puesto a mi esposa muy sensible y a la excitación que eso le causaba por sí misma, comenzó a añadirse la que Esteban le provocaba con sus caricias.


Las manos de Esteban fueron subiendo, recorriendo el cuerpo de mi esposa, se posaron en sus pechos, sus pezones estaban duros de la excitación y respondieron a las caricias de Esteban provocando una nueva contracción en su cuerpo. Mi esposa se viró y quedó frente a frente con Esteban. Ambos se fundieron en un beso largo y profundo. Las lengas de ambos se introducían en sus bocas y acariciaban sus labios.

Mientras se besaban, Esteban no dejaba de acariciar las nalgas de mi esposa, sus manos las masajeaban y apretaban. Desde que conoció a mi esposa había tenido una obsesión por tenerlas entre sus manos, y finalmente se había vuelto realidad.

Mi esposa comenzó a desabotonar la camisa de Esteban, esta cayó al piso, se siguieron besando mientras ella quitó el cinturón del pantalón de Esteban y al desbotonarlo también cayó al piso. A través de la apretada trusa que llevaba puesta, mi esposa sintió el duro pene de Esteban.  El se separó un poco de mi esposa para quitarse zapatos y calcetines y una vez que lo hubo hecho, hizo que se sentara en la cama y le dijo “Esto tú también me lo vas a quitar porque a partir de hoy vas a ser mi mujer”.

Mi esposa se le quedó mirando, no supo que decir, Esteban se acercó a ella y puso su cuerpo a solo unos centímetros de su cara. Mi esposa le dijo “Ya te dije que no me voy a divorciar” y Esteban le contestó: “No hace falta, a partir de hoy vas a querer coger conmigo todos los días”, Mi esposa volvió a sonreír y tomo las orillas de la trusa con ambas manos y lentamente la fue bajando. En unos segundos, Esteban quedó completamente desnudo frente a mi esposa. La escena era mas que erótica. Mi esposa, totalmente desnuda, en una habitación con otro hombre totalmente desnudo.

El pene de Esteban salto como resorte frente a la cara de mi esposa. Grande, totalmente erecto, duro, húmedo. Ella lo tomo con una mano para apartarlo de su cara, Esteban la tomó de los hombros e hizo que se recostara en la cama, el se puso encima de ella y comenzó a besarla. Sus labios lengua recorrieron toda su cara, bajaron por su cuello y se posaron en sus senos. Chupaba y mordía los pezones de mi esposa, alternándolos. Ella comenzó a gemir al sentir las candentes caricias. 


 Sin dejar de besarla, Esteban se acomodó en medio de las piernas de mi esposa, con la cabeza de su verga comenzó a sobarle toda el área genital los labios, el clítoris, y muy lentamente comenzó a penetrarla hasta que tuvo su larga verga totalmente dentro de mi esposa. Mis cuernos eran oficiales. Mi esposa acababa de entregarse a otro hombre.


Al sentir la verga totalmente adentro, mi esposa dejó salir un gemido de placer, el se sonrió y comenzó un meter y sacar su verga muy lento en el cuerpo de mi esposa. Ella sentía su vagina muy estirada, como nunca. El tamaño de la verga de Esteban tocaba lo más profundo de su cuerpo. El movimiento lento que el hacía procurando que su pene entrara en su totalidad, la volvía loca de placer, mi esposa comenzó a arquear su cuerpo hasta que finalmente tuvo su primer orgasmo. Esteban aceleró sus movimientos, las piernas de mi esposa rodearon por completo el cuerpo de Esteban y se aferraba de los muslos de él quien seguía frotándola con gran rapidez y ella consiguió un segundo orgasmo, sintiendo que se desmayaba, el aire le faltaba, pero él seguía con su movimiento acelerado.



Mi esposa alcanzo un tercer orgasmo que la hizo temblar, el placer era insoportable y fue en eso cuando sintió que el cuerpo de Esteban se tensaba,  dio una embestida muy fuerte, estirando la vagina de mi esposa hasta su máxima capacidad, fue cuando ella sintió una presión muy dentro de su cuerpo y de repente un calor muy intenso dentro de ella, era la eyaculación de Esteban, mi esposa sintió como si de repente un río muy caliente la estuviera inundando y sentía las palpitaciones de él cada vez que arrojaba su semen.

Finalmente terminó de eyacular dentro de mi esposa. Sin sacar su verga estuvo sobre ella durante varios minutos, llenándola de besos. Ella sintió como su pene se iba haciendo flojito, pero nunca perdió firmeza. Fue cuando ella comenzó a sentir que el tibio semen de Esteban le escurría por las nalgas.



Esteban saco su verga de mi esposa y se puso de rodillas y ella al contemplarla medio flácida y llena de semen, la tomó en sus manos y al sentir la tibia humedad de dicho miembro, comenzó a acariciarlo.

Era una verga muy grande y gruesa, morena como era Esteban, llena de venas que demostraban su fortaleza y en ese momento, estaba llena del mismo semen que Esteban acababa de eyacular dentro de su cuerpo de mí.

Durante varios minutos, ella la tomó con ambas manos, prodigándole una serie de caricias sin poder apartar su mirada de ese enorme instrumento, que en un solo rato ya le había provocado varios orgasmos.

Después de varios minutos, de sentir las caricias, la verga de Esteban comenzó a endurecerse. Él se reclino sobre ella para besarla mientras mi esposa seguía acariciando el miembro que tenía en sus manos hasta conseguir nuevamente que se pusiera erecto.





Esteban se recostó boca arriba y mi esposa, abriendo sus piernas se montó encima de él. Fue ella misma quien metió la verga de Esteban en su vagina y fue bajando sobre ella lentamente. Cuando la sintió totalmente en el fondo ella se quedó quieta, disfrutando la sensación de tener su vagina llena en su totalidad. Poco a poco comenzó a balancearse sobre ella. La verga de Esteban comenzaba a entrar y salir del cuerpo de mi Esposa.

Ella se inclinó sobre él, de manera que, con el movimiento, su clítoris rozara el pubis de Esteban. Mi esposa tuvo otro orgasmo. Sus ojos se cerraron disfrutando ese momento. Los movimientos de mi esposa comenzaron a acelerarse encima de Esteban, quien con ambas manos la tomaba de la cadera, como queriendo evitar que ella en algún momento se separara de él. 


Pero mi esposa no tenía ninguna intención de separarse. Siguió disfrutando de sentir la verga de Esteban dentro de ella. Sus movimientos acelerados hicieron que el cuerpo Esteban nuevamente se pusiera tenso y al darse cuenta de que la eyaculación era inminente, mi esposa tuvo otro orgasmo mientras Esteban, con un gemido, nuevamente dejaba escapar su semen dentro del cuerpo de mi esposa.

Al sentir la cálida descarga mi esposa tuvo otro orgasmo y se dejó caer sobre Esteban y comenzó a besarlo apasionadamente. Así estuvieron unos momentos. Ella montada sobre él, con su pene adentro. El semen que acaba de eyacular en su vagina comenzó a escurrir por la verga de Esteban, mientras ellos seguían besándose. 



Finalmente se acostó a un lado de él y así estuvieron un rato, callados, mi esposa asimilando lo que acababa de suceder. Se había entregado a otro hombre. Era el segundo hombre con quien había tenido relaciones sexuales. 

El largo silencio, hizo que mi esposa comenzara a tener un sentimiento de culpa y arrepentimiento y en un momento tuvo la intención de vestirse y salir del lugar, pero al sentir la mano de Esteban acariciar su cuerpo desnudo, esa idea desapareció de inmediato.

Decidió terminar lo que había comenzado, hasta sus últimas consecuencias y decidió permanecer con él para disfrutar lo mas que se pudiera.


Esto apenas había comenzado. Mi esposa había sido bautizada con el cálido esperma de Esteban que permanecía dentro de su cuerpo. No había más que decir:

OFICIALMENTE YO TA ERA UN CORNUDO.







005.- OLVIDÁNDOSE DE TODO


Al sentir las manos de Esteban recorrer todo su cuerpo, ella volteo a verlo sonriendo y siguieron besándose por un largo rato. Los dedos de Esteban aprisionaban sus pezones dándoles suaves pellizcos, que provocaban pequeñas descargas eléctricas en el excitado cuerpo de mi esposa. Ella se acomodó de lado dándole la espalda para permitir que sus manos la acariciaran mejor y pudieran ir de un seno a otro.

Esteban aprovechó ese movimiento para él también acomodarse de lado detrás de ella y sin pensarlo, acomodó su verga entre las nalgas de mí esposa. Ella podía sentir en sus nalgas, el pene de Esteban pegajoso por el semen, y así, mientras él acariciaba y pellizcaba las tetas de mi esposa, ella entrecerró los ojos sintiendo como aquel miembro que hasta hace apenas unas horas le era desconocido, se ponía duro como la roca.

Esteban se acercó aún más al cuerpo de mi esposa, su pene y sus testículos quedaron totalmente en medio de las nalgas de ella. Al sentirlo, volteo a verlo y sólo se miraron a los ojos por unos segundos, con esa mirada ambos se comunicaron más que con palabras y se besaron largamente en señal de aceptación de lo que vendría.

Esteban restregó su pene en la inundada vagina de mi esposa, recogiendo con el parte del semen que aún brotaba y procedió a embarrarlo en el pequeño orificio de mi mujer. Ella no hizo nada por impedirlo ni mucho menos, ya que el sexo anal es algo que en verdad disfrutaba, y aunque le sorprendió que Esteban tratara de hacerlo en la primera cita, en realidad se sentía agradecida por que lo hiciera.

Cuando el orificio anal de mi esposa estuvo lo suficientemente lubricado con el propio semen de Esteban, él acomodó la cabeza de su verga y lentamente comenzó a penetrar a mi esposa. Ella cerró los ojos disfrutando la caricia y acomodó sus piernas de tal manera que quedara más expuesto su ano ante la embestida de Esteban. 


El ano de mi esposa se relajó lo suficiente para permitir la entrada de aquel ariete, que lo hacía lentamente y en la medida que entraba, el hasta entonces estrecho orificio se ensanchaba cada vez más. Pronto estuvo totalmente ensartado, pero Esteban, no dejaba de empujar. Su verga llegó hasta lo más profundo del recto de mi esposa, un lugar que yo jamás había podido tocar, y pese estar hasta el fondo, Esteban seguía empujándolo para que entrara lo más profundo posible. Mi esposa sentía dentro de ella una especie de explosión. Su ano comenzó a contraerse buscando expulsar el miembro invasor, pero lo único que lograba es sentir en plenitud la gruesa verga que estaba dentro de ella.

Al sentir las contracciones del ano de mi mujer, Esteban comenzó con lento mete y saca, friccionando las paredes del ano y recto de mi mujer. Esas fricciones, lograron que mi esposa por fin emitiera un gran gemido, de placer, logrando tener un orgasmo producto de la penetración tan profunda de Esteban. En ese momento, él aceleró sus movimientos y con ello, los gritos y gemidos de mi mujer no se dejaron esperar. Ella impulsaba su cuerpo hacia atrás para sentir lo mas posible la penetración de la que estaba siendo objeto.

Esteban la tomaba de su cadera para tener una mejor forma de atraerla hacia el en cada penetración. Estuvieron bastante rato así, Esteban friccionando el ano de mi esposa y ella recibiendo con verdadero placer las embestidas de su compañero de trabajo, hasta que los gritos provocados por aquel enorme falo que invadía su recto se hicieron cada vez más fuertes. Al oírlos, Esteban arremetió con más rapidez y fuerza, las embestidas de su larga verga eran de tal forma que mi esposa sentía incluso como golpeaba su vientre por dentro, el orgasmo llegó inminente. Mi esposa mordió sus labios para evitar un grito intenso, apretó sus ojos y con ello, su ano tuvo una fuerte contracción, reaccionando al estímulo que estaba teniendo. 

Al sentir esa contracción tan intensa, Esteban, se puso muy rígido y dio un empujón y toda su verga invadió en su totalidad el ano de mi esposa, ella sintió un gran presión en lo más profundo de su recto y un ligero dolor mezclado con una intensa sensación de placer. No pudo contener el grito que tanto se esforzó en acallar.  Al instante, sintió que un calor intenso comenzaba a llenar su recto, un gran chorro de semen salía de la verga de Esteban y se depositaba dentro de ella, en otra parte de su cuerpo, pero de ella. La sensación cálida se extendió rápidamente hasta llegar a su ano y claramente sintió como algo escurría de su el. Con lo caliente del semen, el dolor fue desapareciendo y el ano de mi esposa continuaba contrayéndose al ritmo de unos pequeños espasmos que aquel miembro le había provocado.

Esteban dejó su pene dentro del ano de mi esposa y se quedaron quietos y en silencio un largo rato hasta que el pene se puso flácido y de una mera involuntaria salió del cuerpo de mi mujer. En un momento él le preguntó porque, si todavía me amaba, había decidido coger con él, ella le contestó que aparte de los problemas que tenía conmigo, la rutina ya la tenía fatigada, que quería hacer algo decidido por ella, algo que por un momento la sacara del tedio en que había caído y que incluso eso mismo había hecho que me dijera que iba a ir a coger con él, ya que era una forma de ponerle algo de picante a nuestro matrimonio.

Esteban oyó con atención todo lo que le decía mi esposa y sin dejar de acariciarle las tetas, volvió a besarla una y otra vez. Las lenguas de ambos se entrelazaban y jugueteaban dentro de sus bocas.

En la mente de mi esposa seguían sucediéndose las imágenes de lo que acababa de suceder. Se había entregado a otro hombre, su vagina y ano estaban llenos del semen que Esteban había depositado en su interior, en lo más profundo de ella.

Eso no impidió que se siguieran besando y que esteban acariciara sus tetas y su vagina aún llena de semen. La verga de Esteban lentamente comenzó a enderezarse, en la misma medida que los besos se hacían más largos y más profundos, mi esposa sentía en sus nalgas como el enorme miembro nuevamente se iba poniendo duro.

Esteban no dejaba de besarla y de acariciar sus tetas. Una de sus manos bajo hasta la vagina de mi esposa, insertando dos dedos, que al salir estaban llenos del semen que él mismo había depositado dentro de mi ella.

La atrajo lo mas posible hacia el y nuevamente puso la dura cabeza de su pene en la entrada del ano de mi esposa. El mismo semen que le había depositado antes sirvió para que la enorme verga entrara con mucha facilidad. Mi esposa acomodó su bien formado trasero junto al cuerpo de Esteban para permitir la penetración y esta vez la penetró con mas rapidez. Lo largo y ancho de la verga de Esteban, hizo que se sintiera totalmente llena, además de que hacerlo recostada de lado, y le pareció una posición muy cómoda, a la que le tomó mucho gusto.

Mi esposa encogió una de sus piernas para permitir que Esteban entrara más profundo, él, con mucha fuerza continuo la penetración hasta que metió toda su verga en el ano de mi esposa. Sus testículos quedaron pegados a las nalgas de mi esposa y ella, al sentir la penetración tan profunda, lanzó un pequeño gemido. Esteban se quedó quieto por un rato mientras la besaba nuevamente. Después comenzó a bombear dentro de ella.

Primero hizo un movimiento muy despacio y poco a poco fue incrementando la velocidad de su penetración. El ano de mi esposa comenzó a reaccionar a las embestidas de Esteban y comenzó a contraerse en la medida que él metía y sacaba su verga como si quisiera ordeñarlo.

Después de un rato , Esteban volvió a eyacular dentro del cuerpo de mi esposa y cuando su eyaculación terminó, continuó dentro de ella. Su verga comenzó a perder firmeza, pero su tamaño le permitía seguir dentro de mi esposa mientras nuevamente la besaba y acariciaba sus tetas, su vientre y sus nalgas.

Mi esposa aún continuaba atolondrada por lo que acababa de sentir. Nunca pensó que, en la primera cita, terminaría haciendo sexo anal con su amante y sobre todo por mas de una vez. Y ahora estaba tendida de lado, completamente desnuda, con su vulva inflamada escurriendo semen, con un hombre que no era su esposo, acostado, desnudo, atrás de ella y la verga de ese hombre dentro de su ano dilatado.

Esteban seguía acariciando las nalgas de mi esposa. Habían sido muchos años deseando poseerlas y soñando con el momento en que pudiera penetrar a mi esposa por su ano como lo acababa de hacer. Sus fantasías con ella finalmente se estaban haciendo realidad. No importaba que estuviera casada, a partir de ese momento las nalgas de mi esposa

ya eran suyas. Todo el cuerpo de mi mujer ya le había pertenecido, había depositado en su interior, su esencia de hombre, mi mujer había quedado marcada por un nuevo macho y sabía que esos momentos quedaría guardados en la memoria de mi esposa por el resto de su vida. 

Esteban estuvo varios minutos, acariciando el cuerpo de mi mujer con su verga dentro de ella. Los largos besos, la sensación tibia del cuerpo de mi esposa junto a él, y el deseo largamente contenido y que ahora se desbordaba, hicieron que su verga comenzara a erectarse nuevamente. Mi esposa sintió dentro de ella como aquel miembro se inflaba dentro de ella, abarcando la totalidad de su recto.

Una vez que estuvo completamente dura. Esteban comenzó con un movimiento frenético. Mi esposa hacía sus nalgas hacia atrás tratando de sentir lo mas profundo de ella el pene de Esteban, que ahora, con mucha facilidad, entraba y salía del ano de mi esposa. El semen que estaba dentro de su ano comenzaba a brotar en cada embestida y la fricción hacía que se volviera como una espuma que envolvía el pene de Esteban, el cual cada vez que salía, estaba forrado de esa cálida espuma y al entrar dibujaba un marco en el dilatado culo de mi mujer.

Mi esposa ya no se contuvo, a cada embestida ella lanzaba un gemido de placer y su ano se contraía queriendo atrapar dentro de ella el largo miembro invasor que sin descanso entraba y salía. Su cuerpo se sentía pleno como nunca. Conmigo, las sesiones de sexo normalmente se limitaban a una sola vez y en caos excepcionales a dos. Ahora Esteban ya se la había cogido tres veces y estaba por terminar la cuarta.

Esteban nuevamente eyaculó dentro de mi esposa. Un largo chorro de semen fue a terminar en el recto de mi esposa, mezclándose con el que ya antes le había echado. Su pene estaba totalmente insertado en el ano de mi mujer,

hasta el fondo, descargando su leche vital mientras sentía las contracciones del ano que acababa de mancillar.

Esteban sacó su pene y con el brotó parte del semen que acababa de eyacular. Mientras salía, salía lo embarraba en las redondas nalgas que tanto había deseado, como marcando su territorio, haciendo la señal de que esas nalgas ya le habían pertenecido.

Mi esposa continuó acostada pero ahora boca abajo. Rendida, extenuada, había perdido la cuenta de los orgasmos que había tenido. Sin duda, esta era la experiencia sexual más intensa que había tenido. A su lado, Esteban yacía de espaldas, con los ojos cerrados y una mano en la frente, recuperándose de la experiencia vivida. Había soñado muchas veces con ese momento, pero ni él mismo se había imaginado hasta donde iba a llegar en su primera cita. Aunque deseaba a mi esposa, siempre la había tenido como una mujer tranquila e imaginaba que en la intimidad era una persona muy recatada. Ahora su percepción había cambiado. Se dio cuenta que a su lado tenía a una mujer fogosa, decidida y sobre todo, que le gustaba disfrutar de su sexualidad.

Como gesto de agradecimiento y pensando que todo había acabado, mi esposa tomo con una de sus manos el flácido pene de Esteban. Lo comenzó a acariciar muy lentamente. En realidad, parecía agotado, pero aún flácido, se veía de buen tamaño. Ahora fue ella quien acercó su cara a Esteban y le dio un beso mas en la boca. El beso se extendió por varios segundos. Ambos estaban disfrutando del momento de extenuación que sentían producto de la larga jornada sexual que estaban viviendo.

Cuando se sintió repuesto, quitó la mano de mi esposa de su pene y comenzó a masturbarse, mi esposa pensó que terminaría sobre ella, pero no, En cuanto tuvo la verga dura, se acomodó sobre ella, se abrió paso por las nalgas de mí esposa y la volvió a penetrar, esta vez sin consideraciones. Con un movimiento rápido y de un empujón la verga de Esteban estaba nuevamente hasta dentro del ano de mi esposa y tocando lo más profundo de ella.

Mi esposa se sorprendió al sentir como el pene de Esteban entraba nuevamente a su cuerpo. El comenzó un rápido movimiento metiendo y sacando su pene de aquel dilatado orificio, nuevamente el semen que estaba dentro de ella comenzaba a brotar a cada movimiento, formando una espuma que incluso servía de lubricante en cada embestida.

Mientras Esteban se penetraba con frenesí a mi esposa, besaba su cuello y su espalda. Sus rápidos movimientos hicieron que mi esposa diera unos gritos mas fuerte que los anteriores, nuevamente su ano se comenzó a contraer ante la cogida que le estaban dando. Después de un rato, Esteban eyaculó nuevamente dentro de ella.

Al terminar, Esteban no sacó su pene del cuerpo de mi esposa, se pegó mas a ella y la abrazó muy fuerte. Cuando ella quiso moverse, el le dijo “No. Quédate así, déjala adentro porque lo vamos a volver a hacer.

Esteban se cogió a mi esposa por el ano otras dos veces más. Habían llegado alrededor de las diez de la mañana, y ahora la tarde ya estaba cayendo. En un buró de la cama, había un paquete de condones, cerrado, no usaron ninguno. El semen de Esteban había quedado dentro de mi mujer y el olor a sexo la impregnaba por todo el cuerpo.

Al haber permitido que Esteban se la cogiera sin condón, por la vagina y por el ano, y que hubiera eyaculado dentro de ella, mi esposa había llevado mis cuernos a su máxima expresión. En ella había quedado la marca indeleble de la esencia de macho de un hombre que no era yo.

Ella hubiera deseado que esos momentos no terminaran, un poco por el placer que esteban le estaba brindando, pero también porque no deseaba que llegara el momento de verme a la cara después de haber cogido con otro hombre.

Inevitablemente, ese momento llegaría, así que lentamente, ella se vistió. Limpió un poco del semen de Esteban que aún brotaba de su ano y se dispuso a regresar a casa. Había llegado el momento de darle la cara a su marido, al cornudo de su esposo.