Los labios de Esteban se posaban una y
otra vez sobre los de mi esposa, los besos que ambos se prodigaban cada vez
eran mas profundos, las manos de aquel hombre recorrían, sobre la ropa, el
sinuoso cuerpo de la madre de mis hijos. Se detenían en sus senos y los
apretujaban.
Había
pasado más de tres meses desde la última vez que mi esposa y yo habíamos hecho el
amor, mas por obligación que con ganas, nuestra relación era distante desde
hace casi seis meses y aunque tratábamos de ser cordiales, normalmente
terminábamos discutiendo.
Yo la
seguía amando, y ella decía que también me amaba, pero la monotonía había
entrado en nuestras vidas. Las obligaciones mutuas, el forzoso cuidado de
nuestros hijos, habían venido mimando nuestra pasión.
Lejos
habían pasado aquellos días en los que íbamos a bares swinger a ver si se daba
una aventura, la cual jamás sucedió, pero el ver a parejas que cogían en la
mesa de junto y estar en contacto con personas de un ambiente liberal, hacían
que nuestras fantasías fluyeran. Lo mas que llegamos a hacer fue tener
relaciones sexuales enfrente de la cámara computadora mientras chateábamos con
algunas parejas. Era un grupo de mas o menos seis parejas que nos íbamos
turnando para coger frente a la cámara. Actividad que llegábamos a realizar
entre tres o cuatro veces a la semana.
Al retirarnos de ese ambiente, nuestra
vida se volvió rutinaria, y aunque tratábamos de fantasear con lo vivido,
nuestra vida sexual fue decayendo, hasta llegar al punto que nos volvimos mas
unos conocidos que hacíamos vida en común.
Esteban,
es un compañero de trabajo de mi esposa. Desde que ella llegó a la dependencia
en la que labora, él comenzó a acosarla. Al principio muy sutil, piropos y
pequeñas atenciones y algunas indirectas. Pero con el paso de los meses las
indirectas se volvieron mas directas. Mi esposa lo rechazaba una y otra vez,
pero no cejaba en su intento y seguía insistiéndole en tener una relación con
ella. Obvio, él sabía que era casada e incluso me conocía a mis hijos y me
conocía, aunque nunca nos hablamos y cuando mucho cruzamos un saludo.
Mi esposa le había contado de nuestros
problemas, y le decía que aún me amaba y que no sabía que hacer para mejorar
nuestra relación y Esteban vio en eso una oportunidad y decidió ir por todo, y
le dijo a mi esposa que de plano ella le gustaba mucho, que tenía muchas ganas
de besar sus labios y que además estaba obsesionado con sus nalgas, que no le
iba a exigir una relación seria, que solo quería una relación basada en sexo,
que no quería que se divorciara ni nada por el estilo, que no tenía por qué
sacrificar su matrimonio, que solo quería coger con ella, primero para que ella
se sintiera menos deprimida y se olvidara de sus problemas por un rato, pero
además para hacerla sentir una verdadera mujer, le comentó que ella era muy
atractiva y que no se le hacía justo que sólo se la cogiera un solo hombre, que
ella era mucha hembra y que tenía que conocer otras vergas para que escogiera
cual era la que mas la llenaba como mujer.
Dicho
comentario caló en mi esposa. En realidad, yo había dejado de tener atenciones
con ella, ya no le decía lo mucho que me gustaba. Oír las palabras de Esteban
le levantaron el autoestima que ella sentía algo decaído.
A
partir de ese día, Esteban se volvió mas atrevido. A cada rato le decía que
cuando iban a coger, que ya era hora de que se decidiera, que le contestara
rápido o de plano la iba a violar. Cuando se cruzaban en algún pasillo, el le
daba una nalgada o de plano le acariciaba las nalgas o de plano se acercaba al
escritorio de mi esposa, le tomaba la mano y la ponía sobre su pantalón para
que sintiera la erección que estaba teniendo en ese momento: “Mira como me
tienes” le decía “Y si está dura nomas de imaginarlo, como será cuando te la
esté metiendo”. Mi esposa acariciaba el duro bulto que sentía a través del
pantalón, tal vez imaginándose que sería sentir esa dura verga dentro de ella.
Algunas veces salían a almorzar y fue
una de esas mañanas en la que Esteban seguía insistiendo a mi esposa para que
aceptara su propuesta. ante la insistencia de Esteban, se besaron. La
resistencia de mi mujer comenzaba a desquebrajarse. Finalmente ella aceptó que
comenzaran una relación con la condición de que ella decidiría si tendrían
relaciones sexuales. Esteban aceptó con la seguridad de que al final mi esposa
sería para él.
Comenzaron
un romance en el que aprovechaban la estancia de ambos en una misma oficina,
para irse a un lugar apartado y besarse y cachondearse. Al principio Esteban sólo
la acariciaba por encima de la ropa, pero a los pocos días comenzó a meter sus
manos por debajo de la ropa, acariciaba y pellizcaba sus pezones, bajaba
ligeramente sus pantalones o subía la falda o vestido para acariciar sus nalgas
y poder meterle los dedos en su vagina y ano. Mi esposa se excitaba, pero se
sobreponía a la excitación y lo detenía. Quería sentirlo dentro de ella, pero
aún no estaba segura de que fuera lo correcto.
Fue entonces cuando vino el cambio. Ella
se comenzó a esmerar en su arreglo personal, se veía más hermosa que de
costumbre, más alegre… y mas alejada de mí. Si de por si los besos y las
caricias no eran muy frecuentes, de plano desaparecieron, comenzó a decirme que
se quedaría en el trabajo más tiempo del normal, en realidad aprovechaban para
ir a algún lugar en el que aprovechaban para seguir con su romance.
Por
las tardes, cuando estaba en casa la veía hablar frecuentemente por teléfono,
en la terraza de la casa o se encerraba en la recamará, solo oía como se reía
al hablar. Por las noches, sólo escuchaba los tonos de los mensajes que le
llegaban, la veía sonreír y contestarlos, con el tiempo me enteré que durante
las llamadas y los mensajes el le decía cosas muy cachondas y calientes para
convencerla de ir a coger.
Fueron
tres meses de cachondeo y calentones. Finalmente, en uno de los tantos
almuerzos que ellos aprovechaban, mi esposa aceptó tener relaciones con él.
Pero
todo debía de ser planeado. Se supondría que yo no me enteraría, por lo que
debía ser entre semana. En nuestra vida diaria, mi esposa recogía a los niños
de la escuela y después yo pasaba por todos para irnos a casa, sólo cuando
tenía trabajo extra yo pasaba por los niños y ella llegaba mas tarde.
Ambos
pidieron permiso para faltar a su trabajo, como mi esposa tenía que ir a su
trabajo, para que yo no sospechara nada, en cuanto yo la dejara se saldría de
la oficina y se verían en un pequeño restaurante donde desayunarían y después
se irían a un hotel, en donde estarían toda la mañana y saldrían a tiempo para
que fuera por los niños a la escuela y yo pasara por todos. El plan perfecto,
nada podría salir mal. Mis cuernos, estaban por nacer.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario