Mi esposa y Esteban entraron al restaurante como una
pareja de novios, tomados de la mano y dándose pequeños besos. Comieron y
bebieron una botella de vino, mi esposa no acostumbra el alcohol, pero en esa
ocasión no lo rechazó, pasaron parte de la tarde platicando sobre diversos
temas, invariablemente se toco el tema sobre la relación que estaban viviendo.
Esteban le confesó que desde que la conoció se le había
vuelto una obsesión y que nunca pensó que ella aceptaría tener sexo con él y
que estaba feliz de que finalmente lo hubiera aceptado, aún y cuando no fuera
una relación seria. Mi esposa le aclaró que, si era una relación seria, no era
una relación amorosa, pero si seria, ya que ella no andaba por la vida cogiendo
con cualquiera. Le confesó que él era el segundo hombre en su vida con el que
se acostaba y que lo había aceptado precisamente porque en un momento en el que
ella necesitaba de apoyo y comprensión él había estado presente ayudándole a
superarla y que eso le había inspirado la confianza suficiente para tomar una
decisión que sabía podía ayudarla a recuperar su autoestima y que por ello
sentía mucho agradecimiento con él y respecto al sexo, pues ella había sido
educada de una manera tradicional, pero que al casarse conmigo se enteró que
había una variedad infinita de situaciones que permitían vivir una sexualidad
plena, aclarándole que no buscaba una relación promiscua, que el hecho de andar
con él y conmigo a la vez, era parte de un juego y una fantasía y que también
le agradecía que hubiera aceptado ser parte de él.
Esteban al escucharla, nuevamente la besó con pasión y
decidieron salir del restaurante y se dirigieron al hotel en el que pasarían el
fin de semana. Esteban decidió que fuera en un hotel de línea, no quiso que esa
ocasión especial para ellos transcurriera en un hotel de paso. De hecho, ya
tenía la reservación lista.
Cuando entraron a la habitación él simplemente acerco su rostro y beso sus
labios apasionadamente, su lengua, rápidamente se abrió paso entre los labios
de mi esposa, ella respondió al beso apasionado. Fue un beso largo, en el que
ambos sorbieron sus respectivos sabores. Mi esposa percibió el sabor fuerte,
varonil, el sabor de un macho que está dispuesto a poseer a la hembra, mientras
que él percibió el sabor quemante de una mujer que desea ser poseída. Se
separaron un poco, Esteban despojó lentamente a mi esposa de su ropa.
Una a una fueron cayendo las prendas de vestir hasta
quedar totalmente desnuda ante los ojos de Esteban. Él se arrodilló y se colocó
en medio de sus piernas. Sus labios se posaron suavemente en la parte interior
de sus muslos mientras sus manos acariciaban los hermosos pilares que sostienen
el cuerpo de mi esposa. Ella cerro los ojos para disfrutar las caricias
mientras los labios de Esteban recorrían sus piernas acercándose cada vez más a
su pubis.
El cuerpo de mi esposa se estremeció. La cálida lengua de
Esteban rozo muy suavemente los costados de los labios vaginales, pero no se
detuvo ahí, siguió recorriendo con su lengua todo el contorno de su vulva,
dibujando un amplio circulo que poco a poco se iba estrechando, alcanzando muy
pronto el interior de sus labios vaginales. Cuando el círculo se cerró,
presionó suavemente su lengua y llego hasta el clítoris de mi esposa. Presionó
el botón de placer de mi mujer quien lanzó un gemido muy erótico al sentir como
se encendía su cuerpo al contacto de la húmeda y cálida lengua de su amante.
Mi esposa se sintió desfallecer y se acercó a la cama, en
donde se dejó caer de espaldas. Esteban la siguió y su lengua comenzó a
recorrer toda la vulva, desde la entrada vaginal hasta el clítoris de mi
esposa, deteniéndose siempre un poco en este último en donde su lengua adquiría
un movimiento de aleteo de mariposa que estremecía a mi esposa.
Sus movimientos eran cada vez más amplios. Llegó un
momento en el que la lengua de Esteban recorría desde el ano hasta el clítoris
de mi mujer, y en otras, como un pequeño pistón entraba y salía de su vagina.
Mi esposa rodeo el cuerpo de su amante con sus piernas
para no dejarlo escapar y mientras Esteban se concentró en besar y morder
suavemente el clítoris, introdujo dos dedos en la vagina de mi esposa arqueo la
espalda al sentir la penetración digital, mientras Esteban movía sus dedos
dentro del cuerpo de mi esposa al ritmo de su lengua.
¿Cuánto tiempo fue? no lo supo, mi esposa solo disfrutaba
las caricias de su amante. Tuvo varios orgasmos, su vulva estaba completamente
mojada y adquirió un tono rojizo debido a la gran excitación. Estaba lista.
Esteban se dispuso a poseer una vez más a mi esposa quien
con ansiedad, esperaba sentir dentro de ella la verga larga y gruesa de su
compañero de trabajo. Se desnudó rápidamente y se dejó caer sobre el cuerpo de
mi esposa. Posó su boca sobre sus senos, alternándolos cada uno, mordiendo sus
pezones que ante cada caricia se tornaban muy duros poniéndose cada vez más
obscuros e hinchándose por el placer que estaban recibiendo. Mi esposa se
abrazaba a Esteban, quien la estaba volviendo loca de placer, sus brazos lo
rodeaban atrayéndolo a ella, como queriendo impedir que sus cuerpos se
separaran. Mi esposa comenzó a besar el torso de aquel hombre, se entretuvo en
sus tetillas, a las cuales primero les paso su cálida lengua y después
mordisqueo suavemente, la caricia de mi esposa provocó una oleada de placer en
Esteban mientras mi esposa mordía sus pezones cada vez más fuerte. El solo
gemía y entrecerraba los ojos disfrutando de aquella caricia atrevida.
Esteban se puso de pie junto a la cama, tomo las piernas
de mi esposa las abrió y las hizo descansar en sus hombros. Su verga enhiesta
apuntaba hacia la vulva de mi mujer. Finalmente entro en la vagina de mi esposa, sin resistencia, la lubricación lograda
por el alto grado de excitación hizo que se convirtiera en una cueva de placer
cálida y húmeda, convirtiéndose en refugio del miembro invasor, que cada vez
acometía con más fuerza.
Ella arqueaba su
espalda, para sentir la de por si profunda penetración, hasta el borde de su
útero, el pene de Esteban entraba y salía del cuerpo de mi mujer y a cada
embestida ella gemía y gritaba. Él continuo con sus embestidas perforando la puchita de mi esposa, la penetraba de manera
frenética ocasionando en mi esposa olas de calor que subían por todo su
interior, sintiendo que le quemaba por dentro, pero no deseaba que dejara de
poseerla. Los orgasmos se presentaron en cadena, uno, dos, tres, no supo cuántos,
sus piernas temblaban y de sus ojos brotaban lágrimas de placer en cada orgasmo
mientras Esteban seguía penetrándola sin importarle las lágrimas de mi esposa.
Las paredes de la vagina de mi esposa se contraían alrededor de la verga
de su cogedor abrazándolo de tal manera que el también sentía el calor que
emanaba de la puchita de mi mujer ocasionando que su verga se mantuviera
rígida, un pequeño pinchazo en los testículos, anuncio la próxima eyaculación
de Esteban, la vagina de mi
esposa se inundó de una gran cantidad de esperma que salió de aquel miembro que
tanto placer le había dado.
Finalmente
termino, y se dejó caer al lado de mi esposa. Se sentía feliz de tenerla a su
lado, sin tener que preocuparse porque tuviera que marcharse. Esa noche sería
sólo de él. Esa noche no había un marido que la estuviera esperando y que
también la poseyera al llegar a casa. Esa noche simplemente mi esposa ERA SU
MUJER.
Ambos permanecieron quietos,
mirando hacia el techo, Esteban estaba feliz porque sentía satisfecho el enorme
deseo de poseer a mi esposa por completo, y sabía que aún tenía tiempo por
delante y que seguramente cumpliría alguna de las fantasías que había tenido
con ella.
Mientas que mi esposa, pensaba
en qué momento se había a decidido llegar hasta ese instante, y no es que
estuviera arrepentida, sino que ella misma estaba sorprendida de haberse
atrevido a tanto, puesto que siempre había recibido una educación muy
tradicional, basada en valores religiosos, muy diferentes a lo que ahora estaba
viviendo.
Pasado un instante, ambos
volvieron sus rostros y comenzaron a acariciarse, sus manos recorrían sus
respectivos cuerpos, deteniéndose en zonas que ellos consideraron erotizantes,
poco a poco comenzaron a besarse, primero de una manera muy tierna y delicada,
pero las caricias que se estaban prodigando, hicieron efecto en ellos y los
besos comenzaron a volverse mas profundos y largos. Mi esposa percibió su
propio sabor en el rostro de Esteban y eso hizo que su excitación fuera cada
vez en aumento.
Con un toque en el hombro, Esteban le pidió a mi
esposa que se volteara boca abajo, al hacerlo, sus labios se posaron en la nuca
de ella, logrando hacer que se sobresaltara al sentir su aliento. Los besos de
Esteban comenzaron a distribuirse en todo su cuello, y comenzaron a bajar por
su espalda, recorriéndola toda con sus labio y lengua, humedeciendo el cálido
cuerpo de mi esposa y dejando escapar pequeños soplidos en las zonas que iba
humedeciendo, lo que originaba que ella diera un pequeño respingo al sentir un
delicioso cambio de temperatura en la zona en donde lo hacía.
Pronto llegó hasta las nalgas de mi esposa. Las
nalgas que durante muchos años había soñado en poseer y que, desde hace algunas
semanas, ya le pertenecían, no en exclusiva, pero tenía la dicha de haber
poseído ya varias veces. Las comenzó a acariciar y a besar lenta y
cadenciosamente, dando pequeños mordiscos, saboreando la zona que mas le
gustaba de mi esposa. Siguió su camino y los mismo hizo con las piernas de mi
mujer. Las llenó de besos, caricias y mordiscos e inició el camino de regreso,
deteniéndose en las nalgas de mi esposa las cuales tomó con sus dos manos y las
abrió lo mas que pudo. Sumió su cara entre las nalgas abiertas de mi esposa y
su lengua penetró el ano de mi esposa comenzando a dar lengüetazos alrededor y
dentro del pequeño orificio.
Esteban estuvo un buen rato lamiendo el ano de
mi esposa y cuando se incorporó, ella misma se puso en cuatro puntos. Esteban
tomó su tolete con una mano, mientras que con la otra empujaba el cuerpo de mi
esposa un poco hacía abajo, buscando obtener el ángulo perfecto. Finalmente, la
verga de Esteban se topó frente a frente con la vagina de mi mujer y sin más,
de un solo movimiento, la dejó ir hasta el fondo. Mi esposa dio un pequeño
grito al sentir el miembro de Esteban horadar su húmeda vagina. Esteban comenzó
a meter y sacar su pene con un ritmo acelerado, chocando violentamente con las
nalgas de mi esposa cada vez que lo ensartaba y llegando hasta lo mas profundo
de la vagina de ella.
Las manos de Esteban recorrían la espalda de mi
esposa y en veces la sujetaba de la cadera, logrando que la penetración fuera
mas profunda. En un momento, abrió las nalgas de ella y metió su dedo
pulgar en el ano de mi esposa. Al sentir ella esa doble penetración, cerró los
ojos, disfrutando la sensación de tener su vagina llena de la verga de Esteban
y el ano abierto por su dedo, el cual, comenzó a entrar y salir al ritmo que el
propio Esteban la penetraba con su pene.
Después de un rato, Esteban detuvo su movimiento
y sacó su pene y dedo del cuerpo de mi esposa, pero sólo para que ahora su pene
se insertara en el ano de mi mujer, quien lo recibió con mucho gusto y placer
meneando la cadera tratando de acentuar la sensación de tener esa enorme verga
dentro de su pequeño orificio. No pasó mucho tiempo, cuando el cuerpo de Esteban se
puso tenso y descargo un potente chorro de semen en el ano de mi esposa. Ella
al sentir el cálido líquido en su interior apretando su cuerpo al de su amante
tratando que llegara lo mas hondo dentro de su recto, para sentir con plenitud
la tibieza del semen que le estaba descargando.
Al terminar, ambos se dejaron caer
sobre la cama, ella boca abajo, el a su lado y al ver el hermoso espectáculo
que es tener las nalgas de mi esposa desnudas, paradas y recién cogidas, sin
mas las siguió acariciando. Si de algo estaba seguro Esteban, es que las nalgas
de mi esposa y su ano, ya le pertenecían para toda la vida.
Esteban se levantó y entró al baño y se enjuagó
toda su área genital, quería seguir disfrutando de mi esposa por todos lados.
Mi esposa también aprovechó para asearse un poco, seguramente esa noche tendría
demasiado semen encima. Al salir del baño, ambos se quedaron sentados sobre la
cama y platicaron de diversas cuestiones, en un momento dado, mientras
platicaban, mi esposa tomó entre sus manos el pene de Esteban y lo comenzó a
acariciar. A pesar de haber cogido ya dos veces, el pene de Esteban no tardó en
ponerse duro, sin embargo, no dejaron de platicar durante un buen rato, durante
el cual, ella siguió acariciando aquel miembro.
Cuando ambos se quedaron callados, mi esposa
aceleró el movimiento de sus caricias en el pene de Esteban. El cerró los ojos
y disfrutó de la masturbación que mi esposa le prodigaba. En un momento el
quiso hacer que mi esposa se acostara, pero ella le dijo “No, espera, quiero
ver como te vienes”, el se sonrió y le dijo “Pero lo vas a ver de cerca” y se
levantó y trató de poner su pene en la cara y boca de mi esposa, ella se negó y
volvió a tomar el pene con sus manos haciendo que Esteban se retirara un poco.
Ella aceleró el movimiento y finalmente Esteban eyaculó, lo hizo
sobre el pecho de mi mujer, llenándole todas las tetas del viscoso y cálido
líquido que emanaba de su verga. Mientras con una mano seguía masturbando a
Esteban, con la otra esparció el semen en todo su pecho, “para que veas lo que
siente mi marido” dijo ella, y ambos rieron por la ocurrencia.
Después de esa sesión de relajación, ambos se
dispusieron a hacer lo que habían ido a hacer: coger lo mas que se pudiera, y
lo hicieron de diversas formas quedándose dormidos hasta muy entrada la
madrugada. La vulva de mi esposa estaba muy hinchada y roja de tantas
penetraciones y su ano totalmente dilatado, lleno de semen, mientras que el
pene de Esteban colgaba flácido y lleno tanto de su propio semen como de los
fluidos emanados del cuerpo de mi Esposa. No se tomaron siquiera la molestia de
limpiarse, simplemente se recostaron muy juntos hasta quedarse dormidos, había
sido una gran noche, la primera que mi esposa que pasaba con otro hombre.
MIS CUERNOS ESTABAN CRECIENDO.
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