011.- LA LUNA DE MIEL

Mi esposa y Esteban entraron al restaurante como una pareja de novios, tomados de la mano y dándose pequeños besos. Comieron y bebieron una botella de vino, mi esposa no acostumbra el alcohol, pero en esa ocasión no lo rechazó, pasaron parte de la tarde platicando sobre diversos temas, invariablemente se toco el tema sobre la relación que estaban viviendo.

Esteban le confesó que desde que la conoció se le había vuelto una obsesión y que nunca pensó que ella aceptaría tener sexo con él y que estaba feliz de que finalmente lo hubiera aceptado, aún y cuando no fuera una relación seria. Mi esposa le aclaró que, si era una relación seria, no era una relación amorosa, pero si seria, ya que ella no andaba por la vida cogiendo con cualquiera. Le confesó que él era el segundo hombre en su vida con el que se acostaba y que lo había aceptado precisamente porque en un momento en el que ella necesitaba de apoyo y comprensión él había estado presente ayudándole a superarla y que eso le había inspirado la confianza suficiente para tomar una decisión que sabía podía ayudarla a recuperar su autoestima y que por ello sentía mucho agradecimiento con él y respecto al sexo, pues ella había sido educada de una manera tradicional, pero que al casarse conmigo se enteró que había una variedad infinita de situaciones que permitían vivir una sexualidad plena, aclarándole que no buscaba una relación promiscua, que el hecho de andar con él y conmigo a la vez, era parte de un juego y una fantasía y que también le agradecía que hubiera aceptado ser parte de él.

Esteban al escucharla, nuevamente la besó con pasión y decidieron salir del restaurante y se dirigieron al hotel en el que pasarían el fin de semana. Esteban decidió que fuera en un hotel de línea, no quiso que esa ocasión especial para ellos transcurriera en un hotel de paso. De hecho, ya tenía la reservación lista.

Cuando entraron a la habitación él simplemente acerco su rostro y beso sus labios apasionadamente, su lengua, rápidamente se abrió paso entre los labios de mi esposa, ella respondió al beso apasionado. Fue un beso largo, en el que ambos sorbieron sus respectivos sabores. Mi esposa percibió el sabor fuerte, varonil, el sabor de un macho que está dispuesto a poseer a la hembra, mientras que él percibió el sabor quemante de una mujer que desea ser poseída. Se separaron un poco, Esteban despojó lentamente a mi esposa de su ropa.

Una a una fueron cayendo las prendas de vestir hasta quedar totalmente desnuda ante los ojos de Esteban. Él se arrodilló y se colocó en medio de sus piernas. Sus labios se posaron suavemente en la parte interior de sus muslos mientras sus manos acariciaban los hermosos pilares que sostienen el cuerpo de mi esposa. Ella cerro los ojos para disfrutar las caricias mientras los labios de Esteban recorrían sus piernas acercándose cada vez más a su pubis.

El cuerpo de mi esposa se estremeció. La cálida lengua de Esteban rozo muy suavemente los costados de los labios vaginales, pero no se detuvo ahí, siguió recorriendo con su lengua todo el contorno de su vulva, dibujando un amplio circulo que poco a poco se iba estrechando, alcanzando muy pronto el interior de sus labios vaginales. Cuando el círculo se cerró, presionó suavemente su lengua y llego hasta el clítoris de mi esposa. Presionó el botón de placer de mi mujer quien lanzó un gemido muy erótico al sentir como se encendía su cuerpo al contacto de la húmeda y cálida lengua de su amante.

Mi esposa se sintió desfallecer y se acercó a la cama, en donde se dejó caer de espaldas. Esteban la siguió y su lengua comenzó a recorrer toda la vulva, desde la entrada vaginal hasta el clítoris de mi esposa, deteniéndose siempre un poco en este último en donde su lengua adquiría un movimiento de aleteo de mariposa que estremecía a mi esposa.

Sus movimientos eran cada vez más amplios. Llegó un momento en el que la lengua de Esteban recorría desde el ano hasta el clítoris de mi mujer, y en otras, como un pequeño pistón entraba y salía de su vagina.

Mi esposa rodeo el cuerpo de su amante con sus piernas para no dejarlo escapar y mientras Esteban se concentró en besar y morder suavemente el clítoris, introdujo dos dedos en la vagina de mi esposa arqueo la espalda al sentir la penetración digital, mientras Esteban movía sus dedos dentro del cuerpo de mi esposa al ritmo de su lengua.

¿Cuánto tiempo fue? no lo supo, mi esposa solo disfrutaba las caricias de su amante. Tuvo varios orgasmos, su vulva estaba completamente mojada y adquirió un tono rojizo debido a la gran excitación. Estaba lista.

Esteban se dispuso a poseer una vez más a mi esposa quien con ansiedad, esperaba sentir dentro de ella la verga larga y gruesa de su compañero de trabajo. Se desnudó rápidamente y se dejó caer sobre el cuerpo de mi esposa. Posó su boca sobre sus senos, alternándolos cada uno, mordiendo sus pezones que ante cada caricia se tornaban muy duros poniéndose cada vez más obscuros e hinchándose por el placer que estaban recibiendo. Mi esposa se abrazaba a Esteban, quien la estaba volviendo loca de placer, sus brazos lo rodeaban atrayéndolo a ella, como queriendo impedir que sus cuerpos se separaran. Mi esposa comenzó a besar el torso de aquel hombre, se entretuvo en sus tetillas, a las cuales primero les paso su cálida lengua y después mordisqueo suavemente, la caricia de mi esposa provocó una oleada de placer en Esteban mientras mi esposa mordía sus pezones cada vez más fuerte. El solo gemía y entrecerraba los ojos disfrutando de aquella caricia atrevida.

Esteban se puso de pie junto a la cama, tomo las piernas de mi esposa las abrió y las hizo descansar en sus hombros. Su verga enhiesta apuntaba hacia la vulva de mi mujer. Finalmente entro en la vagina de mi esposa, sin resistencia, la lubricación lograda por el alto grado de excitación hizo que se convirtiera en una cueva de placer cálida y húmeda, convirtiéndose en refugio del miembro invasor, que cada vez acometía con más fuerza.



Finalmente termino, y se dejó caer al lado de mi esposa. Se sentía feliz de tenerla a su lado, sin tener que preocuparse porque tuviera que marcharse. Esa noche sería sólo de él. Esa noche no había un marido que la estuviera esperando y que también la poseyera al llegar a casa. Esa noche simplemente mi esposa ERA SU MUJER.


Ambos permanecieron quietos, mirando hacia el techo, Esteban estaba feliz porque sentía satisfecho el enorme deseo de poseer a mi esposa por completo, y sabía que aún tenía tiempo por delante y que seguramente cumpliría alguna de las fantasías que había tenido con ella.

Mientas que mi esposa, pensaba en qué momento se había a decidido llegar hasta ese instante, y no es que estuviera arrepentida, sino que ella misma estaba sorprendida de haberse atrevido a tanto, puesto que siempre había recibido una educación muy tradicional, basada en valores religiosos, muy diferentes a lo que ahora estaba viviendo.

Pasado un instante, ambos volvieron sus rostros y comenzaron a acariciarse, sus manos recorrían sus respectivos cuerpos, deteniéndose en zonas que ellos consideraron erotizantes, poco a poco comenzaron a besarse, primero de una manera muy tierna y delicada, pero las caricias que se estaban prodigando, hicieron efecto en ellos y los besos comenzaron a volverse mas profundos y largos. Mi esposa percibió su propio sabor en el rostro de Esteban y eso hizo que su excitación fuera cada vez en aumento.

Con un toque en el hombro, Esteban le pidió a mi esposa que se volteara boca abajo, al hacerlo, sus labios se posaron en la nuca de ella, logrando hacer que se sobresaltara al sentir su aliento. Los besos de Esteban comenzaron a distribuirse en todo su cuello, y comenzaron a bajar por su espalda, recorriéndola toda con sus labio y lengua, humedeciendo el cálido cuerpo de mi esposa y dejando escapar pequeños soplidos en las zonas que iba humedeciendo, lo que originaba que ella diera un pequeño respingo al sentir un delicioso cambio de temperatura en la zona en donde lo hacía. 

Pronto llegó hasta las nalgas de mi esposa. Las nalgas que durante muchos años había soñado en poseer y que, desde hace algunas semanas, ya le pertenecían, no en exclusiva, pero tenía la dicha de haber poseído ya varias veces. Las comenzó a acariciar y a besar lenta y cadenciosamente, dando pequeños mordiscos, saboreando la zona que mas le gustaba de mi esposa. Siguió su camino y los mismo hizo con las piernas de mi mujer. Las llenó de besos, caricias y mordiscos e inició el camino de regreso, deteniéndose en las nalgas de mi esposa las cuales tomó con sus dos manos y las abrió lo mas que pudo. Sumió su cara entre las nalgas abiertas de mi esposa y su lengua penetró el ano de mi esposa comenzando a dar lengüetazos alrededor y dentro del pequeño orificio.

Esteban estuvo un buen rato lamiendo el ano de mi esposa y cuando se incorporó, ella misma se puso en cuatro puntos. Esteban tomó su tolete con una mano, mientras que con la otra empujaba el cuerpo de mi esposa un poco hacía abajo, buscando obtener el ángulo perfecto. Finalmente, la verga de Esteban se topó frente a frente con la vagina de mi mujer y sin más, de un solo movimiento, la dejó ir hasta el fondo. Mi esposa dio un pequeño grito al sentir el miembro de Esteban horadar su húmeda vagina. Esteban comenzó a meter y sacar su pene con un ritmo acelerado, chocando violentamente con las nalgas de mi esposa cada vez que lo ensartaba y llegando hasta lo mas profundo de la vagina de ella.

Las manos de Esteban recorrían la espalda de mi esposa y en veces la sujetaba de la cadera, logrando que la penetración fuera mas profunda. En un momento, abrió las nalgas de ella y metió su dedo pulgar en el ano de mi esposa. Al sentir ella esa doble penetración, cerró los ojos, disfrutando la sensación de tener su vagina llena de la verga de Esteban y el ano abierto por su dedo, el cual, comenzó a entrar y salir al ritmo que el propio Esteban la penetraba con su pene.

Después de un rato, Esteban detuvo su movimiento y sacó su pene y dedo del cuerpo de mi esposa, pero sólo para que ahora su pene se insertara en el ano de mi mujer, quien lo recibió con mucho gusto y placer meneando la cadera tratando de acentuar la sensación de tener esa enorme verga dentro de su pequeño orificio. No pasó mucho tiempo, cuando el cuerpo de Esteban se puso tenso y descargo un potente chorro de semen en el ano de mi esposa. Ella al sentir el cálido líquido en su interior apretando su cuerpo al de su amante tratando que llegara lo mas hondo dentro de su recto, para sentir con plenitud la tibieza del semen que le estaba descargando.

Al terminar, ambos se dejaron caer sobre la cama, ella boca abajo, el a su lado y al ver el hermoso espectáculo que es tener las nalgas de mi esposa desnudas, paradas y recién cogidas, sin mas las siguió acariciando. Si de algo estaba seguro Esteban, es que las nalgas de mi esposa y su ano, ya le pertenecían para toda la vida.

Esteban se levantó y entró al baño y se enjuagó toda su área genital, quería seguir disfrutando de mi esposa por todos lados. Mi esposa también aprovechó para asearse un poco, seguramente esa noche tendría demasiado semen encima. Al salir del baño, ambos se quedaron sentados sobre la cama y platicaron de diversas cuestiones, en un momento dado, mientras platicaban, mi esposa tomó entre sus manos el pene de Esteban y lo comenzó a acariciar. A pesar de haber cogido ya dos veces, el pene de Esteban no tardó en ponerse duro, sin embargo, no dejaron de platicar durante un buen rato, durante el cual, ella siguió acariciando aquel miembro.

Cuando ambos se quedaron callados, mi esposa aceleró el movimiento de sus caricias en el pene de Esteban. El cerró los ojos y disfrutó de la masturbación que mi esposa le prodigaba. En un momento el quiso hacer que mi esposa se acostara, pero ella le dijo “No, espera, quiero ver como te vienes”, el se sonrió y le dijo “Pero lo vas a ver de cerca” y se levantó y trató de poner su pene en la cara y boca de mi esposa, ella se negó y volvió a tomar el pene con sus manos haciendo que Esteban se retirara un poco. Ella aceleró el movimiento y finalmente Esteban eyaculó, lo hizo sobre el pecho de mi mujer, llenándole todas las tetas del viscoso y cálido líquido que emanaba de su verga. Mientras con una mano seguía masturbando a Esteban, con la otra esparció el semen en todo su pecho, “para que veas lo que siente mi marido” dijo ella, y ambos rieron por la ocurrencia.

Después de esa sesión de relajación, ambos se dispusieron a hacer lo que habían ido a hacer: coger lo mas que se pudiera, y lo hicieron de diversas formas quedándose dormidos hasta muy entrada la madrugada. La vulva de mi esposa estaba muy hinchada y roja de tantas penetraciones y su ano totalmente dilatado, lleno de semen, mientras que el pene de Esteban colgaba flácido y lleno tanto de su propio semen como de los fluidos emanados del cuerpo de mi Esposa. No se tomaron siquiera la molestia de limpiarse, simplemente se recostaron muy juntos hasta quedarse dormidos, había sido una gran noche, la primera que mi esposa que pasaba con otro hombre.

MIS CUERNOS ESTABAN CRECIENDO.


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