El regreso a casa fue en silencio. Yo tratando
de asimilar todo lo que había visto y hecho. Acababa de observar como otro hombre
se cogía a mi esposa de todas las formas posibles, pero eso yo ya lo sabía que
iba a suceder. También acababa de ver, como mi esposa le hacía sexo oral a ese
hombre y dejaba que eyaculara en su boca y para terminar, yo había bebido el
semen de ese hombre. Estas dos cuestiones, no estaban en el script, pero
sucedieron.
Mi esposa guardaba silencio respetando el mío, aunque
en su mente, no dejaba de brotar la idea de que si no se había pasado en lo que
había hecho. No es que se arrepintiera, pero hacerlo sin previo aviso, seguramente
me sacaría de onda. Aún con esa inquietud, no quiso decir nada.
Al llegar a casa, mi esposa me indicó que se iba
a meter a bañar. Habíamos salido del hotel, sin asearnos, ella aún olía a sexo,
loción y semen de otro hombre, y a saliva, la que yo dejé al recorrer su cuerpo
quitándole todo el semen que Esteban había arrojado en ella.
Al terminar de bañarse, inmediatamente yo hice
lo mismo, y mientras sentía el agua caliente caer sobre mi cuerpo, las imágenes
vistas hace algunos momentos, no dejaban de desfilar ante mí, Claramente oía
los gemidos de mi esposa mientras Esteban la penetraba por el ano y por la
vagina, y llegaban a mi mente los gemidos de Esteban al eyacular dentro de la
boca de mi esposa.
Al salir del baño me dirigí a la recamara y me recosté
sobre la cama, mi esposa aún estaba con la bata puesta. Se secaba el pelo. Al
terminar, se recostó junto a mí y puso su cabeza en mi pecho y con voz apenas
audible me dijo “¿Estas enojado?” me le quedé mirando y le contesté “No” y
ambos guardamos silencio por un largo rato.
“Porque lo hiciste”, finalmente le pregunté “Porque
se la mamaste”. Ella levantó su cabeza y se me quedó mirando “No lo sé, pensé
que te gustaría, siempre que regreso de estar con él, me preguntas si se la
mame y pues quise darte la sorpresa de que lo vieras como lo hacía la primera
vez”. Yo me enderecé de la cama y le di un largo beso “Te amo” le dije, “Si fue
una sorpresa y la verdad no sabía cómo reaccionar” ella sonrió y nos seguimos
besando.
“Te veías divina con su verga en la boca” volví
a decir. “se la mamaste como toda una profesional”. Ella solo se sonrió y nos
volvimos a besar. Mientras lo hacíamos, volvieron a mi mente las imágenes de mi
esposa mamando la verga de Esteban y él eyaculando en su boca.
Mi pene respondió, inmediatamente se puso
erecto, fue entonces cuando me enderecé y sin mediar palabra, le quité la bata
a mi esposa y le pedí que se pusiera en cuatro. Sin siquiera usar algún lubricante,
ensarté mi pene en su ano.
No hubo necesidad de lubricante. Su ano aún
estaba dilatado por las cogidas que le habían proporcionado horas antes. Mi
penetración fue violenta y al sentir que llegaba al fondo, comencé un
movimiento frenético. Ella sólo gemía sintiendo la violenta penetración.
Con una de mis manos busqué su clítoris. Su
vagina ya estaba húmeda tanto por el baño como por la excitación de la que poco
a poco iba siendo presa. Al sentir su pequeño botoncito, comencé a sobarlo al
ritmo de cada penetración.
Fue cuando ella alcanzó un orgasmo más ese día.
Su ano se comenzó a contraer dando pequeños apretones a mi verga.
Inmediatamente sentí que mi venida era inevitable. Fue cuando saqué mi verga de
su ano y me puse frente a ella y le dije “Me vas a hacer lo mismo” e introduje
mi verga en su boca. Ella comenzó a succionar con fuerza mi pene y a meterlo y
sacarlo pasando su lengua por el glande, haciendo que la sensación fuera irresistible.
Finalmente logró extraerme los últimos chorros
de semen que me quedaban. Ella apretó los labios para no dejar que se escapara
el viscoso líquido. Cuando terminé de eyacular, ella me enseñó como tenía la
boca llena de mi semen. Pensé que repetiría la misma acción de besarme para transmitírmelo,
pero mi esposa es una caja de sorpresas. Simplemente, cerró la boca y se lo
tragó. Nuevamente abrí los ojos sorprendido. Ella abrió la boca para mostrarme
que se lo había tragado todo. Se acercó y me dio un beso con sabor a mi propio
semen.
Me recosté en la cama totalmente desnudo y ella
se volvió a recostar a mi lado recargando su cabeza en mi pecho. Con una mano
tomó mi pene y lo comenzó a acariciar, desde los testículos hasta la cabecita. El cansancio, las sorpresas y en fin todo lo
sucedido hicieron mella y lentamente nos quedamos dormidos abrazados y desnudos,
como hace mucho tiempo no lo hacíamos.
Al despertar, fuimos a recoger a nuestros hijos
a casa de su abuelita y regresamos a hacer nuestra vida normal.
Pero en realidad ya nada sería normal. Comprendí
que, a partir de ese día, los recuerdos de lo que habíamos vivido el día
anterior vivirían en nosotros para el resto de nuestra vida.
Incluso la forma en la que mi esposa y yo nos
relacionamos, a partir de ese día también cambió. Comenzamos a mostrarnos mas
amorosos, tanto en privado como en público. Al tener un secreto común, nos
volvimos cómplices y cuando alguien hacía referencia al tema de infidelidades,
simplemente sonreíamos y nos volteábamos a ver.
De hecho, algunas parejas de amigos tuvieron
problemas por que alguno de ellos le fue infiel al otro, o los dos, y alguna
terminó en divorcio. Al enterarnos, comentamos “si le hubieran hecho como
nosotros, tal vez seguirían juntos”.
Mi esposa y Esteban continuaron saliendo durante aproximadamente
ocho meses más. Su relación duró casi un año. Yo los acompañé otras tres veces.
Lo que al principio fue una mezcla de celos con morbo, se volvió como un
complemente del placer que mi esposa y yo disfrutábamos y seguramente Esteban también.
Cuando mi esposa cogía con Esteban y yo estaba presente. Ella
dice que se excita verme sentado en una silla masturbándome viendo como otro
hombre disfruta su cuerpo y la hace gozar como loca. A veces me pide que me
acerque y para hacer algo, pero en realidad disfruto ver cómo se la cogen. Solo
me acercaba para hacerle una caricia o darle un beso. En realidad, no había nada mejor que ver como Esteban se cogía a mi esposa
y después. Por cierto, nunca mas le volvió a hacer sexo oral.
Esteban tuvo que partir, aunque fue mucho después de que
mi esposa y el decidieron terminar sus relaciones. Por mi parte, no puedo decir
que lo recuerdo ni siquiera con afecto, ya que en realidad nunca fuimos amigos.
Nos tratábamos cordialmente, pero el compartir a la misma mujer, aun siendo de
manera consensuada, no daba como para incluirlo en mi lista de favoritos.
No sé si mi esposa le
guarde algún recuerdo cariñoso. Yo creo que si. Él estuvo presente en sus
momentos de crisis, la apoyó y sobre todo le permitió que ella explorara ese
sentimiento tan desconocido que vivía dentro de ella. El sentimiento de
libertad. Ella pudo decidir lo que quería hacer y gracias a eso, nuestro
matrimonio sigue adelante y espero que, en algún momento, otra aventura vuelva
a surgir.
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