Habían pasado ocho meses de que mi esposa comenzara a salir a coger con
Esteban. Finalmente, ambos aceptaron que estuviera presente. Mi esposa,
conforme se acercaba el día me iba poniendo condiciones:
- Yo no participaría, solo observaría, y a menos que ella me lo pidiera
podía acercarme.
- Ese día no cogeríamos por muy excitado que estuviera.
- No me desnudaría, a regañadientas aceptó es que pudiera masturbarme las
veces que quisiera, pero sin desnudarme por completo.
- No tomaría fotos ni video.
Esta última condición me decepciono un poco, pero con el fin de poder estar
con ellos, la acepté.
Yo también puse una condición, que hiciera de cuenta que yo no estaba. Ya
me había platicado todo lo que hacían, por lo que no quería que dejara de hacer
algo porque yo estaba ahí. Ella solo sonrió al oír mi condición, se acercó, y
con voz baja me dijo: “De veras que te gusta ser cornudo, estas loco, eres un
depravado”, sonreí al oírla y le dije “Si, soy todo eso y más” ambos nos
besamos y para variar, terminamos cogiendo.
Mientras más se acercaba la fecha fijada para el encuentro, mas nervioso y
excitado me ponía. Mi esposa y yo cogíamos casi todos los días y me imaginaba
mil formas en las que Esteban se cogería a mi esposa delante de mí.
Ya habíamos acordado que ese día los hijos se quedarían con su abuelita a
dormir, aunque no teníamos pensado pasar la noche con Esteban, si habíamos
pensado tener el tiempo suficiente y no andar con prisas y sobre todo, que al
llegar a casa no hubiera preguntas incomodas.
El día llego. Me desperté muy temprano. Desperté a mis hijos, les preparé el desayuno y esperé a que se arreglaran y los llevé a casa de su abuelita, mi esposa se quedó en casa para comenzar ella con su arreglo personal. El camino de regreso, no dejé de pensar en lo que nos esperaba, la excitación y el nerviosismo hacían que se me secara la boca. Una enorme erección me acompañó casi todo el camino de regreso, tan solo de pensar que sería testigo de cómo mi esposa se entregaba a otro hombre.
El día llego. Me desperté muy temprano. Desperté a mis hijos, les preparé el desayuno y esperé a que se arreglaran y los llevé a casa de su abuelita, mi esposa se quedó en casa para comenzar ella con su arreglo personal. El camino de regreso, no dejé de pensar en lo que nos esperaba, la excitación y el nerviosismo hacían que se me secara la boca. Una enorme erección me acompañó casi todo el camino de regreso, tan solo de pensar que sería testigo de cómo mi esposa se entregaba a otro hombre.
Llegué a casa y mi esposa aún estaba sin arreglarse, habíamos quedado de
ver a Esteban a media tarde, lo veríamos una cuadra antes del hotel que habían
escogido él y mi esposa para el encuentro. Cuando llegué, mi esposa me sugirió
que comiera algo, ya que una vez que estuviéramos juntos, seguramente se nos
olvidaría comer pero que después nos daría mucha hambre, al menos eso es lo que
le pasaba a ella.
Agradecí el consejo y nos preparamos un sándwich, mientras lo comíamos ella
me preguntó: “¿Nervioso? “, contesté afirmativamente, “Yo también” comento
ella, le pregunté que ella porque si ya lo había hecho muchas veces con Esteban
y ella, me contestó “Pero será la primera vez que tú me observas”. Sonreí, tenía
razón.
Me metí a bañar e inevitablemente, mientras lo hacía me masturbe pensando en lo que vendría. Las imágenes de mi esposa cogiendo con Esteban inundaban mi pensamiento. Emocionado de saber que, en unas horas, esas imágenes inventadas, se volverían realidad.
Me metí a bañar e inevitablemente, mientras lo hacía me masturbe pensando en lo que vendría. Las imágenes de mi esposa cogiendo con Esteban inundaban mi pensamiento. Emocionado de saber que, en unas horas, esas imágenes inventadas, se volverían realidad.
Salí del baño, y mientras me vestía, no dejé de observar a mi esposa, que
con mucha delicadeza se arreglaba, su ropa interior era nueva, breve y
excitante, especial para el momento, había escogido un vestido ceñido y corto,
propio para la ocasión, ella sabía muy bien que se la iban a coger delante de
mi y quería que el espectáculo comenzara desde el momento en que
fuera despojada de su ropa.
Ambos terminamos de arreglarnos, ella se acercó a mí, me abrazó y me dijo: “Pase lo que pase, veas lo que veas y oigas lo que oigas, no olvides que yo te amo” y enseguida me dio un beso muy largo. La tomé de las manos y le dije “Lo sé y no temas de lo que pueda pasar y quieras o tengas que hacer yo estaré siempre contigo, saber muy bien que te amo”. Nos volvimos a besar muy apasionadamente, esta ocasión apreté sus nalgas fuertemente, como queriéndole indicar que a pesar de que ya otro las había poseído en numerosas ocasiones, seguían siendo mías.
Salimos de la casa y abordamos el coche y nos dirigimos a al lugar en el que habíamos acordado nos encontraríamos con Esteban.
Cuando llegamos, él ya estaba en esperándonos. Mi esposa me indicó que siguiera al hotel y le hizo una seña a Esteban para que nos alcanzara ahí. Ingresé al garaje del hotel y descendimos del auto y nos dirigimos al lobby, en donde ya nos aguardaba Esteban con las manos metidas en los bolsillos sin quitarle la vista a mi esposa.
Procedí a registrarnos y solicité una habitación para tres personas. Cuando tuve las llaves en mi mano, me dirigí a mi esposa y tomados de la mano nos acercamos a Esteban.
Ambos terminamos de arreglarnos, ella se acercó a mí, me abrazó y me dijo: “Pase lo que pase, veas lo que veas y oigas lo que oigas, no olvides que yo te amo” y enseguida me dio un beso muy largo. La tomé de las manos y le dije “Lo sé y no temas de lo que pueda pasar y quieras o tengas que hacer yo estaré siempre contigo, saber muy bien que te amo”. Nos volvimos a besar muy apasionadamente, esta ocasión apreté sus nalgas fuertemente, como queriéndole indicar que a pesar de que ya otro las había poseído en numerosas ocasiones, seguían siendo mías.
Salimos de la casa y abordamos el coche y nos dirigimos a al lugar en el que habíamos acordado nos encontraríamos con Esteban.
Cuando llegamos, él ya estaba en esperándonos. Mi esposa me indicó que siguiera al hotel y le hizo una seña a Esteban para que nos alcanzara ahí. Ingresé al garaje del hotel y descendimos del auto y nos dirigimos al lobby, en donde ya nos aguardaba Esteban con las manos metidas en los bolsillos sin quitarle la vista a mi esposa.
Procedí a registrarnos y solicité una habitación para tres personas. Cuando tuve las llaves en mi mano, me dirigí a mi esposa y tomados de la mano nos acercamos a Esteban.
El nos saludó meneando la cabeza y extendió su mano, yo correspondí al
saludo e igual extendí mi mano y nos dimos un fuerte apretón. Ninguno pronunció
palabra alguna. Posteriormente se dirigió a mi esposa y solo le dio un beso en
la mejilla. Mi esposa solo sonrió.
Les señalé el camino al interior del hotel y comenzamos a avanzar sobre el pasillo. Esteban iba hasta adelante, yo cedí el paso a mi esposa que quedó entre ambos. Llegamos a un elevador y esperamos a que abriera las puertas. Los tres íbamos en silencio. Al ingresar al elevador, mi esposa y Esteban no dejaban de mirarse, esbozando de vez en cuando una sonrisa. Se apreciaba que él estaba igual de nervioso que nosotros.
Al llegar al piso en el que descenderíamos, esteban cedió el paso a mi esposa y después a mí, yo insistí en que el fuera primero. Cuando los tres comenzamos a caminar, Esteban se situó al lado de mi esposa y pasó su mano por su cintura, mi esposa volteó a verme, yo sólo le guiñé el ojo y seguimos caminando. Cuando llegamos a la puerta de la habitación, ambos se hicieron a un lado para que yo abriera la puerta, cuando lo hice, les volví a ceder el paso y ellos ingresaron a la habitación tomados de la mano.
Ya adentro, no encendimos todas las luces, solo algunas, las suficientes para tener una visión completa, pero que permitieran una ligera sombra.
Les señalé el camino al interior del hotel y comenzamos a avanzar sobre el pasillo. Esteban iba hasta adelante, yo cedí el paso a mi esposa que quedó entre ambos. Llegamos a un elevador y esperamos a que abriera las puertas. Los tres íbamos en silencio. Al ingresar al elevador, mi esposa y Esteban no dejaban de mirarse, esbozando de vez en cuando una sonrisa. Se apreciaba que él estaba igual de nervioso que nosotros.
Al llegar al piso en el que descenderíamos, esteban cedió el paso a mi esposa y después a mí, yo insistí en que el fuera primero. Cuando los tres comenzamos a caminar, Esteban se situó al lado de mi esposa y pasó su mano por su cintura, mi esposa volteó a verme, yo sólo le guiñé el ojo y seguimos caminando. Cuando llegamos a la puerta de la habitación, ambos se hicieron a un lado para que yo abriera la puerta, cuando lo hice, les volví a ceder el paso y ellos ingresaron a la habitación tomados de la mano.
Ya adentro, no encendimos todas las luces, solo algunas, las suficientes para tener una visión completa, pero que permitieran una ligera sombra.
Los tres nos quedamos parados en medio de la habitación. Ninguno había
dicho palabra desde que habíamos llegado. Nos veíamos uno al otro de manera
intermitente durante varios minutos. Finalmente, mi esposa se me acercó y con
su voz temblorosa por los nervios, me dijo “¿Qué piensas?”, yo le sostuve las
manos, la miré fijamente y las besé suavemente, después me dirigí a Esteban
ofreciéndole las manos de mi esposa y le dije: “Se que ya la has tenido en
otras ocasiones, pero hoy, soy yo el que te la está entregando. Con ella te
entrego mi dignidad y todo el amor que siento por ella. Disfrútala y sobre todo
has que ella lo disfrute”.
Esteban tomó las manos de mi esposa y la atrajo hacia él. Igualmente besó sus manos y le preguntó: ¿Estas segura que quieres continuar?, mi esposa solo asintió con la cabeza y una sonrisa. Esteban la abrazó fuertemente y le dio un largo beso en la boca.
Mi corazón comenzó a latir muy acelerado. Sentí que aquel beso duraba una eternidad. Varias veces traté de cerrar los ojos, pero inmediatamente los abría. Aunque no quería verlo, a la vez sentía un deseo irresistible de observarlos.
Esteban hizo que mi esposa se volteara frente a mí, la abrazó por la cintura y mientras le besaba el cuello, sus manos fueron recorriendo toda la figura de mi esposa. Mi esposa entrecerraba los ojos, disfrutando la caricia y para no verme al rostro.
Esteban tomó las manos de mi esposa y la atrajo hacia él. Igualmente besó sus manos y le preguntó: ¿Estas segura que quieres continuar?, mi esposa solo asintió con la cabeza y una sonrisa. Esteban la abrazó fuertemente y le dio un largo beso en la boca.
Mi corazón comenzó a latir muy acelerado. Sentí que aquel beso duraba una eternidad. Varias veces traté de cerrar los ojos, pero inmediatamente los abría. Aunque no quería verlo, a la vez sentía un deseo irresistible de observarlos.
Esteban hizo que mi esposa se volteara frente a mí, la abrazó por la cintura y mientras le besaba el cuello, sus manos fueron recorriendo toda la figura de mi esposa. Mi esposa entrecerraba los ojos, disfrutando la caricia y para no verme al rostro.
Después de un rato de llenarla de besos y caricias, Esteban bajo el cierre
del vestido de mi mujer y en ese momento ella abrió los ojos dirigiéndome una
mirada que no supe interpretar.
Esteban tomo a mi esposa de los hombros y lentamente la fue despojando de su vestido. Se detuvo por breves instantes cuando llegó al busto de ella, volteó a verme y siguió bajando el vestido dejando al aire las tetas de mi esposa enfundadas en su brasier negro. Al instante el vientre desnudo de mi mujer fue quedando desnudo. El comenzó a besar cuello y sus hombros, mientras sostenía el vestido a la altura de la cintura de mi esposa. Posteriormente besó sus hombros, y comenzó a besar su espalda. Después continuó descendiendo el vestido hasta la cadera. La tanga negra que mi esposa se había puesto comenzaba a asomarse. Se detuvo nuevamente para observarme y sin dejar de verme, una de sus manos soltó el vestido y comenzó a introducirse por la parte frontal de él.
Mi esposa abrió los ojos para ver mi reacción al ver como Esteban metía su mano por el vestido para tocar su panocha por sobre la tela de la tanga.
Mi corazón comenzó a dar de saltos, latía muy rápidamente y mi respiración se volvió entrecortada. Yo pensé que el saber que ya habían cogido durante mucho tiempo me daría el temple necesario para ver como aquel hombre iba tomando el cuerpo de mi esposa, pero no fue así, presenciar como la besaba primero y ahora ver como introducía su mano para tocar el cuerpo semidesnudo de mi esposa, hizo que mi cerebro mandara una sobre carga de adrenalina para poder soportarlo. La espina de los celos se clavó en mi pecho En ratos cerraba los ojos, pero lejos de querer detenerlos o de apartar la mirada de ellos, sentía la imperiosa necesidad de seguir observándolos, hasta donde fuera posible.
Esteban tomo a mi esposa de los hombros y lentamente la fue despojando de su vestido. Se detuvo por breves instantes cuando llegó al busto de ella, volteó a verme y siguió bajando el vestido dejando al aire las tetas de mi esposa enfundadas en su brasier negro. Al instante el vientre desnudo de mi mujer fue quedando desnudo. El comenzó a besar cuello y sus hombros, mientras sostenía el vestido a la altura de la cintura de mi esposa. Posteriormente besó sus hombros, y comenzó a besar su espalda. Después continuó descendiendo el vestido hasta la cadera. La tanga negra que mi esposa se había puesto comenzaba a asomarse. Se detuvo nuevamente para observarme y sin dejar de verme, una de sus manos soltó el vestido y comenzó a introducirse por la parte frontal de él.
Mi esposa abrió los ojos para ver mi reacción al ver como Esteban metía su mano por el vestido para tocar su panocha por sobre la tela de la tanga.
Mi corazón comenzó a dar de saltos, latía muy rápidamente y mi respiración se volvió entrecortada. Yo pensé que el saber que ya habían cogido durante mucho tiempo me daría el temple necesario para ver como aquel hombre iba tomando el cuerpo de mi esposa, pero no fue así, presenciar como la besaba primero y ahora ver como introducía su mano para tocar el cuerpo semidesnudo de mi esposa, hizo que mi cerebro mandara una sobre carga de adrenalina para poder soportarlo. La espina de los celos se clavó en mi pecho En ratos cerraba los ojos, pero lejos de querer detenerlos o de apartar la mirada de ellos, sentía la imperiosa necesidad de seguir observándolos, hasta donde fuera posible.
Esteban cambio de lugar su mano. Esta vez la metió por debajo de la tanga
de mi esposa y acarició su vulva, separando los labios vaginales e
introduciendo sus dedos en la vagina de mi mujer, que ya estaba muy húmeda de
la excitación que estaba viviendo. Esteban sacó su mano de entre la tanga de mi
esposa y los llevó a su boca y lentamente saboreó sus propios dedos impregnados
de la esencia de mi mujer.
Finalmente, dejó caer el vestido al suelo. Mi esposa había quedado
semidesnuda, delante de mi y Esteban no dejaba de besarla y acariciarla. Mi verga alcanzó una erección como nunca antes. Mi corazón seguía latiendo
muy aceleradamente. Me deje caer en un sillón que estaba en la habitación sin
quitar la vista a la pareja que estaba frente a mí.
Nunca pensé que ver cómo otro hombre desnudara a mi esposa me originaria
una gran excitación. Ver como Esteban va despojado a mi esposa de su ropa y la
besa y acaricia ha sido la experiencia más emocionante de mi vida y cada vez
que lo recuerdo me sigo excitado como la primera vez.
Una vez que Esteban despojó a mi esposa de su vestido, se dirigió a la cama
y se sentó en ella y le dijo a mi mujer. “Sabes el ritual. Como señal de que
estas de acuerdo en que tengamos relaciones delante de tu esposo, pídele a él que te
quite la demás ropa”.
Mi esposa se le quedó mirando un poco sorprendida, no esperaba esa reacción
por parte de Esteban. Con una mirada, el le insistió que se dirigiera a mi para
cumplir su orden.
Mi esposa se acercó a mí y me dio un beso, me dio la espalda y me pidió que
le desabrochara el brasier. Lo hice lentamente. Mis manos temblorosas fueron
liberando los broches de la prenda que cubría los senos de mi esposa, hasta que
quedó totalmente desabrochada. Mi esposa lo detuvo con sus brazos sin dejarla
caer, mientras yo, me ponía de rodillas y comenzaba a bajar la panty de mi
esposa.
Lentamente fue descendiendo la diminuta prenda por las piernas de mi
esposa, mientras ella cubría su sexo con una mano, en lo que con la otra
sostenía su brasiere sobre sus pechos. Al llegar su panty a los tobillos, uno a
uno subió sus pies para que pudiera yo retirarla. No pude evitarlo y con
suavidad le di un beso en cada una de sus hermosas nalgas.
Fue cuando ella se giró de frente a mi y caminó lentamente al centro de la
habitación, dejó caer el brasier y quitó la mano que cubría su pubis,
mostrándome su desnudes. Lentamente fue girando hasta quedar de frente a
Esteban.
Ahí estaba mi esposa, completamente desnuda delante mío y de otro hombre. Mi graduación como cornudo, acababa de empezar.
Ahí estaba mi esposa, completamente desnuda delante mío y de otro hombre. Mi graduación como cornudo, acababa de empezar.
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