Durante las siguientes
dos semanas, mi esposa no salió con Esteban. Todos esos días, cogíamos tres y
hasta cuatro veces durante el día y la noche, a pesar del tiempo transcurrido,
mi boca buscaba algún sabor diferente en ella o trataba de percibir el aroma de
Esteban impregnada en su ropa.
Obviamente, yo no dejaba
de preguntar. Aprovechaba cualquier momento en que estuviéramos solos para
hacerle diversas preguntas sobre el fin de semana que había pasado con Esteban;
ella sonreía al dar respuestas un poco por mi insistencia, pero sobre todo
porque al recordar ese fin de semana, volvía a revivir las emociones y
sensaciones que había disfrutado. Ella trataba de darme todos los detalles
posibles. Muchas veces yo la interrumpía besándola con mucha pasión, como si
quisiera beberme sus palabras para que quedaran grabadas dentro de mí.
También aprovechábamos
algún momento en casa para encerrarnos en la recámara y coger. Mi excitación
era tal, que al principio yo terminaba muy rápido, Conforme avanzaban los días
y aumentaban las veces que cogíamos, iba recuperando mi resistencia anterior.
En cada sesión, le preguntaba yo que como se la había cogido él a esa hora y
trataba de imitarlo, lo cual hacía que precisamente me viniera muy rápido al
incrementar mi grado de excitación.
Escuchar de los labios de mi esposa los relatos del fin de semana que
habían pasado, se había vuelto imprescindible para mí. Mi mente comenzaba a
imaginarse cada escena que mi esposa me contaba, yo sólo cerraba los ojos y la
imaginaba tendida en la cama, con el pene de Esteban dentro de ella, o apoyada
en sus piernas y brazos y Esteban penetrándola por el ano. Esas imágenes me
seguían durante dodo el día, pero cuando ella me lo platicaba, era como estar viviéndolas.
Era tal mi insistencia en
oír sus relatos que en un momento dado mi esposa me preguntó ¿En verdad quieres
oírlo? ¿En verdad quieres saber como otro hombre se cogió a tu esposa? Yo le
respondía que si. Que me excitaba mucho y quería saber los detalles mas insignificantes
de sus encuentros.
Los encuentros entre mi
esposa y Esteban en el trabajo eran inevitables, sin embargo, se limitaron a
intercambiar besos al llegar en la mañana y al salir en la tarde. Los
compañeros de trabajo sólo sonreían cuando los veían besarse.
Cuando Esteban le
preguntó a mi esposa cuando volverían a salir, ella le platicó el grado de
excitación que yo alcanzaba cada vez que me platicaba lo que habían hecho y que
cogíamos todos los días muchas veces y que ella quería respetar esos momentos
que eran para nosotros dos. El disfrutar la aventura que ella había tenido y
que nos había unido más como pareja y que gracias a ella estábamos viviendo una
relación como nunca.
Esteban lo aceptó de no
muy buena gana, pero durante esos días, llegaba con algún regalo o
detalle: un pequeño ramo de flores, un perfume, una caja de chocolates, etc. Mi
esposa agradecía esos regalitos con un buen beso.
Oficialmente en la
oficina mi esposa y Esteban ya eran amantes, Se besaban y tomaban de la mano
sin que les importara que sus demás compañeros los vieran. Sus compañeros me
veían cuando yo llegaba a recogerla y me observaban con unas miradas mezcla de
burla y lástima. Obviamente ellos no estaban enterados que yo sabía de la
relación entre mi esposa y Esteban y sobre todo, ignoraban que yo estaba de
acuerdo.
Todos los días, al
recogerla del trabajo nos saludábamos con un beso y la pregunta era ¿Sucedió
algo hoy?, mi esposa solo sonreía y me decía “No, solo me dio un beso” o “Nos
besamos y nos vio fulanito”. Saber que sus compañero de trabajo ya sabían de su
romance, también me provocaba una gran excitación.
En uno de esos días,
después de haber cogido, se me quedó mirando y me dijo “Hay algo que no te
dije”. Yo la miré intrigado, mi corazón comenzó a latir aceleradamente
esperando alguna sorpresa. “Esteban me confeso que está enamorado de mí, que me
ama”, me dijo.
Yo abrí los ojos muy
grandes, me quedé mudo ante esa confesión. “No se que pensar” continuó mi
esposa. Yo estaba realmente sorprendido. Lentamente y con voz apenas audible
lancé la pregunta que taladraba mi cerebro: “¿Y tú?”, ella se me quedó mirando,
muy seria, guardo silencio por un instante muy largo. “¿Tu estas enamorada?
Volví a preguntar tomando a mi esposa de las manos. Mi corazón latía mas
acelerado, comencé a sentir un temblor en las piernas y comencé a sudar
esperando una respuesta que en realidad no quería que llegara. Mi esposa apretó
mis manos y respondió: “No”, y sosteniendo la mirada continuó “Me gusta cómo me
coge, pero a quien amo es a ti”.
Yo me llené de alegría y
la besé esta vez muy románticamente y le dije “Esto va a durar lo que tu
quieras, si en algún momento sientes que te estas enamorando de él, sólo tu
debes tomar la decisión de lo que quieres hacer”.
Ella se me quedó viendo y
me preguntó “¿En verdad no te molestaría que me enamorara de Esteban?”. Le dije
que no, mientras ella sintiera que me seguía amando, yo podría aceptar que
amara a otro hombre. Mi esposa me abrazó y comenzó a besarme muy
apasionadamente. Yo le correspondía y sus palabras rebotaban en mi cerebro
haciendo que mi verga se pusiera mas dura que de costumbre.

Yo entendí que, dado que
se habían cumplido seis meses de que comenzaran su romance, al estar teniendo relaciones
sexuales en la forma que lo hacían, existía el riesgo de que se pudiera enamorar
pero no podía ya coartar lo que yo mismo le había insistido tantas veces que
hiciera.
Una tarde me llamó y me
dijo “Por favor, no vengas por mí, voy a ir a comer con Esteban”, “¿Vas a
llegar tarde?” pregunté y me contestó que no, que sólo comerían.
Esteban también estaba
ansioso de continuar su romance con mi esposa. A pesar de que se veían en el
trabajo, los cachondeos ya no le eran suficientes. Había probado a mi esposa,
la había tenido en muchas ocasiones y quería seguir haciéndolo.
Ella le contó lo que
platicamos, él la escuchó con interés, cuando ella terminó el le dijo: “En
realidad no creo que te vayas a enamorar de mí. Simplemente te pasa lo que al
niño con juguete nuevo, lo prefiere por que es la novedad, pero cuando vuelve a
encontrar a su juguete preferido, deja el nuevo de lado y sigue con el viejo
juguete”. Mi esposa lo miró intrigado. El continuó “Por mí, que bueno que te
estuvieras enamorando de mí, pero estos días he estado pensando que lo nuestro solo
es pasión.
A mi me gustas mucho, mas de lo que te imaginas y durante muchos
años soñé y deseé tenerte, hacerte mía, cuando lo logré, si, mi pensamiento
inicial fue arrebatarte de tu marido, convencerte de que lo dejaras para poder
tenerte para mi solo, pero después pensé que en realidad estaba obsesionado
contigo. No niego que empecé a desarrollar un sentimiento hacia ti, tu belleza
tu forma de ser conmigo, muchas cosas, pero si tu marido, que te ama, ha sido
capaz de aceptar esta situación con el fin de mejorar su relación, yo claro que
puedo y debo aceptar mi papel, solo soy un complemento en tu matrimonio, un
complemento para mejorar tu vida sexual”.
Mi esposa sólo observaba
a Esteban y pensaba que tal vez, tuviera razón. El le dijo: “Vamos a hacer lo
que me propusiste, que tu marido esté con nosotros una vez y ahí te vas a dar
cuenta de muchas cosas”. “¿Tú crees?” preguntó mi esposa, “Si “, dijo él,
“Teniéndolo junto a ti en ese momento, vas a saber si en realidad quieres
seguir con él o quieres continuar conmigo, vamos a hacerlo, lo peor que puede
suceder es que nos guste a los tres”, y ambos comenzaron a reírse. Esteban tomó
de la mano a mi esposa y le dijo “Vamos, no tienes que tomar ninguna decisión extrema, vamos a
hacerlo. Yo ya tengo muchas ganas de volver a estar contigo, y si para eso debo
que tener a tu esposo enfrente, pues ni modo, me aguanto como los machos”
Volvieron a reír.
Salieron del restaurante,
y cada uno se fue a su casa. En el camino, mi esposa iba pensando las palabras
de Esteban y todo lo que al respecto habíamos platicado. Al llegar, me abrazó
por el cuello y me dio un largo y profundo beso en la boca, el primero en
muchos días, y me dijo: “Prepárate, vas a ver como otro hombre se coge a tu
esposa, te gusta ser cornudo, pues lo serás con todo lo que ello implica.”
Esa
noche, como en todas las anteriores, volvimos a hacer el amor, ella me
platicaba cosas que había hecho con Esteban, no sólo el fin de semana que
estuvieron juntos, sino de las veces anteriores que habían ido a coger. A
partir de ese día comenzó a hacer comparaciones que en vez de enojarme me
excitaban más. “El tiene el pene mas grande que tu”, “El llega muy profundo”
“El me arroja mucho semen” “El me coge muchas veces”.
Todo eso ya lo sabía,
pero oírlo de mi esposa cuando me la estaba cogiendo, hacía que mi excitación
creciera y me producía un placer indescriptible.
Después de algunos días,
ella me dijo: “Ya decidiste cuando vamos a ir con Esteban, ya tengo ganas de
volver a coger con él.”
En ese momento mis
cuernos crecieron varios centímetros más.
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