013.- EL REGRESO


Esteban se acurrucó junto a mi esposa y comenzó a acariciarle las piernas. Mi esposa comenzó a acariciarle el cabello, mientras continuaba pensativa. El se levantó y quitó las sabanas que los cubrían se acomodó de rodillas y comenzó as sobarle los pies. Uno a uno recorrió sus dedos presionándolos suavemente para que ella se relajara. 

Al terminar de masajearlos comenzó a besarlos e igual, uno a uno se introducía los dedos de los pies de mi esposa en su boca para chuparlos y lamerlos. Cuando terminó, se acomodó entre las piernas de ella y comenzó a besarlas de abajo para arriba, con lentitud, recorrió sus tobillos, pantorrillas, rodillas hasta llegar a sus muslos. Mi esposa tuvo que abrir mas sus piernas para permitir que la cabeza de Esteban se acomodara entre ellas y le pudiera seguir dando besos y mordiscos en los muslos. 

La cara de Esteban llegó hasta la zona púbica cubierta por la breve panty que mi esposa llevaba puesta. Comenzó a olerla y a chuparla abría la boca y exhalaba un aire cálido, que a través de la prenda llegaba a la vulva de ella.

Mi esposa comenzó a reaccionar. Sus pezones comenzaron a erectarse mientras Esteban seguía encendiéndola con sus caricias. El siguió el camino hacia arriba hasta encontrase con las tetas de mi mujer. Las acarició y besó con mucha delicadeza mordiendo sus ya duros pezones. Su boca y lengua siguió su acenso por el cuello de mi esposa hasta llegar a su boca y ahí se prendaron en un largo beso.

Ambos se acomodaron y él sin quitarse los bóxer sacó su larga verga y haciendo a un lado la panty de mi esposa, le penetró profundamente, iniciando sus movimientos copulatorios. En ningún momento dejaron de besarse, ella lo abrazaba incluso rodeándolo con sus piernas abiertas, atrayéndolo fuertemente mientras él hacía cada vez más rápido sus penetraciones ocasionándole varios orgasmos a mí esposa, hasta que el estallido de pasión llegó y Esteban volvió a inundar la vagina de mi esposa con su cálido y espeso semen. Aún y cuando terminaron, se siguieron besando durante un largo rato.

El resto de la noche la pasaron como la anterior, cogiendo hasta muy entrada la madrugada, en esta ocasión no hubo penetraciones anales. Esteban se mostró como un romántico y solo la cogió por la vagina, eso sí, muchas veces. Su aguante era sorprendente, sobre todo si tomamos en cuenta que la noche anterior habían cogido en varias ocasiones e incluso ese día por la mañana.

A la mañana siguiente mi esposa despertó casi al medio día. Esteban estaba sentado en el borde de la cama y volteaba de vez en cuando para mirarla mientras le sonreía. Esta ocasión él se metió a bañar primero. Mi esposa espero un rato en lo que sabía que el se afeitaría o hacía cosas propias de su higiene, mientras tomo su teléfono y me mandó un mensaje “Ya lo convencí para que estemos los tres juntos”. Enseguida caminó desnuda por la habitación y entró al baño.

Esteban estaba ya en la ducha. Mi esposa se acercó y corrió el cancel y entró con él. Se colocó a su espalda y lo abrazó. Tomó con una de sus manos la verga de esteban y comenzó a acariciarla hasta que estuvo totalmente erecta. Ella se volteó y se apoyó en la pared y separó ligeramente sus piernas, mientras Esteban por atrás penetraba su ya hinchada vagina. Con movimientos rápidos cogieron durante largo rato mientras el agua caliente caía por sus cuerpos, hasta que finalmente Esteban eyaculo dentro de mi esposa, una vez más.

Cuando terminaron de bañarse, mi esposa le dijo a Esteban, en un rato salgo, debo depilarme y Esteban le dijo, “Déjame ayudarte”. Mi esposa sonrió y asintió con la cabeza y salieron del baño con los implementos para depilación.

Mi esposa se acomodó de espaldas encima de las almohadas y abriendo las piernas para que Esteban le pusiera la crema depiladora delineado la breve línea de vello que en se tiempo usaba. Mi esposa no paraba de sonreír y Esteban le preguntó “¿De qué te ríes?” y ella le contó que la primera vez que habían ido a coger, yo la había depilado, Esteban se sonrió y le dijo “Ya vez, la historia se repite”.

Una vez que terminaron, ella se enjuagó el área depilada y al regresar a la cama, el se arrodilló frente a ella abriendo sus piernas y comenzó nuevamente a besarle la vulva. Estuvo largo rato sintiendo la suavidad de la piel recién depilada y lo aterciopelado del vello recién recortado. Su lengua volvió a recorrer los labio vaginales de mi esposa, nuevamente se posó sobre el clítoris extremadamente sensible y no paró hasta que los gritos que mi esposa dejó escapar anunciaron un orgasmo mas en la ya muy larga fila de los que había tenido ese fin de semana.

Como si no hubiera tenido suficiente, el se puso de pie y tomó las piernas de mi esposa por los tobillos, las acomodó sobre sus hombros y dirigió su largo miembro a la entrada vaginal de mi esposa, que asombrada lo no opuso resistencia a la invasión de la que sería objeto y se preparó a recibir el enorme pene de su amante en su vagina húmeda por las caricias recibidas. Por enésima vez, Esteban penetro a mi esposa, su pene nuevamente hizo estremecer el cuerpo de mi mujer con cada una de sus embestidas. Mi esposa solo cerraba los ojos al sentir las penetraciones y de vez en cuando dejaba escapar un gemido denotando el placer que estaba sintiendo al recibir en su interior la verga de su amante.

Mientras se la cogía, las manos de Esteban se entretenían acariciando sus tetas y casi al final una de ellas bajó hasta su clítoris, y así, mientras la penetraba con su potente ariete, sus dedos manipularon hábilmente el botón de placer de mi esposa, logrando que alcanzara  hasta en dos o tres ocasiones potentes orgasmos. 

Ella había perdido la cuenta de los orgasmos que aquel hombre le había ocasionado. Ni siquiera en nuestra luna de miel, 23 años atrás, mi esposa no había cogido tanto en tan pocos días y su cuerpo se había estremecido con la intensidad que en ese fin de semana.

Finalmente, el eyaculo dentro de ella, a pesar de la infinidad de veces que lo había hecho durante esos días. Su eyaculación fue abundante, tal vez no tanto como al principio, pero si lo suficiente para que mi esposa se sintiera inundada con el tibio y espeso líquido.

Esteban se quedó inmóvil y dejó su verga dentro del cuerpo de mi esposa por un largo rato para que su semen no se saliera de la vagina. “Llévale un recuerdito a tu esposo” dijo Esteban en tono de burla y mi esposa nada más sonrió.

Ambos se vistieron y salieron del hotel como entraron, tomados de la mano. Salieron a comer, platicaron de diversas cosas, todavía pasearon un rato, y como si fueran novios adolescentes, de vez en cuando se detenían para darse largos y apasionados besos.

Llegó la tarde y finalmente él se ofreció llevarla de vuelta a casa. Cuando llegaron, alcancé a ver como bajaban del taxi, exactamente enfrente de nuestra entrada. Rápidamente salí a recibirlos.

Durante los días que ellos permanecieron juntos, mi mente se atiborró de imágenes inventadas, las cuales se sucedían una y otra vez, tratando de adivinar lo que estaban haciendo. El pene me dolía de las muchas veces que me había masturbado imaginando cuantas veces habrían cogido y la forma en que lo hubieran hecho, incluso mis últimas eyaculaciones eran casi secas de todo el semen que había estado arrojando durante los tres días que mi esposa estuvo con Esteban.

Mi excitación creció al máximo cuando recibí el mensaje de mi esposa diciéndome que Esteban había aceptado que estuviera yo con ellos. Mil fantasías comenzaron a inundar mi mente. Las escenas imaginándome yo en una habitación, viendo como Esteban se cogía a mi esposa se sucedían una tras otras.

Al verlos llegar, mi corazón comenzó a latir muy acelerado, la emoción de ver a mi esposa con otro hombre, sabiendo que habían pasado tres días cogiendo con él, era intensa. Mi ansiedad por recibirla crecía a cada instante. Yo sabía que, a partir de ese fin de semana, ya nada sería igual. Ya quería oír su historia, quería hacerle mil preguntas y que ella me las contestara y, sobre todo, quería tenerla junto a mí; quería olerla, acariciarla, sentirla. Después de veintitrés años de casados en los que yo había sido el único hombre en su vida, quería ver como había cambiado mi esposa después de entregarse sin reservas a otro hombre, en resumen, quería conocer a mi nueva esposa.

Abrí la puerta y me quedé parado en el marco observando como ambos descendían del taxi. Mi esposa se quedó sorprendida cuando me vio salir. Esteban le pidió al taxista que lo esperara y al voltearse, me vio parado frente a la puerta esperándolos. Tomó a mi esposa por la cintura y ambos se acercaron a mí. 

Al llegar a la puerta, saludé a mi esposa con un beso en la boca y después extendí mi mano a Esteban. “Hola como les fue” pregunté, mi esposa se quedó callada y sólo sonrió mientras que Esteban tomó mi mano y la apretó fuertemente y dijo “Muy bien, tienes una gran esposa” yo asentí sonriendo y le dije: “Si, es una gran mujer, la admiro por valiente y decidida, y la amo porque comparte muchas de mis ideas” Esteban sonrió y me soltó la mano. “Bueno, los dejo para que se despidan” dije y entré a la casa.

Ellos se quedaron solos en la entrada, Esteban le dijo a mi esposa “Fue un excelente fin de semana, nunca lo voy a olvidar”, la quiso abrazar, pero mi esposa le dijo “Espera, aquí no, están mis hijos y nos pueden ver”, por lo que Esteban tomó sus manos y plantó un beso en su mejilla. “Yo también lo pasé muy bien” dijo mi esposa, “Nunca voy a olvidar estos días, he descubierto cosas que estaban muy escondidas dentro de mí, y mi vida va a ser muy diferente desde ahora gracias a ti.” Ahora fue ella la que tomó las manos de Esteban se acercó y le plantó un beso en la boca. Esteban la soltó poco a poco y se fue retirando de espaldas, subió al taxi que lo esperaba y se retiró.

Mi esposa entró a la casa, saludó a mis hijos y se dirigió a la recamara en donde yo la esperaba. La recibí con besos y abrazos tratando de aspirar algo en ella. Imposible, me dijo que esa vez si se había bañado, aunque me dijo, “pero te traje un pastelito” y se bajó los pantalones y panty y tomo mi mano para ponerla en su vagina, al insertar mis dedos estos descubrieron el semen que Esteban le había arrojado antes de salir del hotel.

Tome con mis manos el semen y lo lleve a mi nariz, habían pasado muchas horas desde que Esteban lo había depositado, y había perdido el olor característico del semen, pero aún olía a hombre. El sudor, el olor propio de la flora bacteriana de la vagina de mi esposa, se había combinado con el del esperma que salía de ella, y había creado un aroma fuerte, pero excitante.

Sin dudarlo, volví a meter mis dedos en ella y al sacarlos, los llevé a la boca, quería tener el sabor de mi esposa después de haber sido cogida por otro hombre.

Durante la tarde, comenzó a platicarme su historia, no omitió detalles. Me contó todas o casi todas las veces que Esteban se la cogió, estaba impresionada por su resistencia. Cuantas veces le hizo el a ella sexo oral. En ese momento, lance la pregunta que me taladraba: “¿Se la mamaste”. Ella sonrió e hizo una pausa que me pareció eterna. Finalmente me contestó “No, ya te dije que eso lo tengo reservado para nosotros. Sólo a ti te haré sexo oral, pero si me gustó que el me lo hiciera”.

Me alegré por su respuesta, pero a la vez, quedé un poco decepcionado, hubiera querido que mi esposa se convirtiera en una puta profesional, pero había reservado algo que sería solo nuestro.

Con sus relatos, mi verga se iba poniendo cada vez más dura, mientras acariciaba su ano dilatado y su vulva roja e inflamada de tanto coger. Conforme me iba platicando, y me masturbaba junto a ella mi excitación creció a tal modo, que de inmediato quise penetrarla. Ella me pidió que lo hiciera muy despacio, su vagina estaba muy irritada y adolorida y su ano aunque dilatado, también estaba adolorido de las veces que Esteban la penetró. Mi excitación era tal, que eyaculé muy pronto y descargué mi semen en su vientre y en su pecho, ella inmediatamente lo esparcía por todo su cuerpo, al verlo, comencé a lamer y besar el cuerpo embarrado con mi propio semen.

Fue en ese inter cuando le pregunté “¿Entonces si voy a poder estar con Ustedes?” y ella respondió afirmativamente mientras me miraba fijamente a los ojos. Yo me acerqué y comencé a besarla. Mi excitación estaba desbordada y seguí masturbándome mientras la besaba.

El cansancio y las desveladas hicieron que ella se quedara dormida. Yo me quedé observándola, era tan bella, y parecía que desde que había decidido tener un amante, su belleza se había acentuado.

A la mañana siguiente, había que volver al trabajo. Ambos se encontraron muy temprano en la oficina. Sin pensarlo y sin importarles que los observaran, se saludaron con un largo beso en la boca.

A partir de ese día, los rumores de su romance se confirmaron y dejó de ser un secreto a voces que Esteban y mi esposa eran amantes, ahora, al verlos besarse de esa manera, a nadie le quedó duda de que mi esposa me era infiel, lo que no sabían, es que yo estaba enterado y sobre todo, que estaba de acuerdo con ellos. 

ERA UN AUTENTICO, CORNUDO CONSENTIDO.



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