Eran
las seis de la mañana de aquel 12 de febrero de 2014, en realidad no había
dormido en toda la noche, estaba nervioso, enojado, pero, sobre todo, estaba
excitado. Mi esposa dormía, tranquila, hermosa como siempre, pero en ese
momento la vi aún más hermosa que nunca, admiré su cuerpo semidesnudo, bien
formado, quise acariciarlo, pero me detuve. Tenía una erección muy fuerte, mi
pene estaba tan duro como una roca. ¿El motivo? Ese día mi esposa se iría a
coger con otro hombre.
Tres días antes, descubrí
que mi esposa me estaba siendo infiel, cuando revisé su teléfono y descubrí
varios mensajes de Esteban hacia ella diciéndole frases de amor, al continuar
leyendo la conversación, me di cuenta que se estaban poniendo de acuerdo para
ir a coger el martes siguiente.
Al
principio reaccioné con mucho enojo, reclamándole su engaño, y en medio de los
gritos ella me respondió “Cuando querías que fuéramos swinger no te importaba
que yo cogiera con otro, ¿Por qué ahora que yo lo he decidido si te molesta? No
supe que contestar, tenía razón.
Me había confesó que tenía más de tres meses de estar saliendo con
Esteban su compañero de trabajo, curiosamente el mismo tiempo que teníamos sin haber tenido relaciones sexuales, me explicó que hasta ese día sólo se habían
besado y uno que otro cachondeo, pero que había decidido ir a coger con él, y
que sería precisamente al martes siguiente cuando lo harían.
Algo
que no puedo negar fue que, entre discusiones y gritos, mi verga se comenzó a
poner dura, imaginándola en brazos de otro hombre. El haberme enterado que mi
esposa se había atrevido a serme infiel, produjo en mi una serie de emociones y
sentimientos encontrados. Primero el enojo y coraje por la infidelidad sufrida,
pero a la vez el morbo y la excitación al imaginármela siendo besada y
manoseada por Esteban, lo cual crecía en la medida que ella me contaba como se
habían dado sus encuentros y lo que habían hecho hasta ese momento. Además, el
enterarme que ella quería e iba a ir a coger con él al día siguiente, hizo que
mi excitación llegara al máximo, solo de imaginarme que en un día, aquella
mujer que hasta ese momento había sido mía, que me entregó su virginidad, la
madre de mis hijos, iba a ser de otro hombre.
Finalmente
dejamos de discutir y cambiamos el tono de la conversación. Era obvio que ella
no me estaba pidiendo permiso, que solo me estaba avisando y que lo iba hacer
estuviera
yo de
acuerdo o no, por lo que decidí ser condescendiente con ella. Estaba decidido,
ella cogería con Esteban.
Sin
embargo, a partir de ese momento, mi actitud hacía mi esposa comenzó a cambiar.
Sin duda estaba enojado, aunque muchas veces habíamos hablado de que me
gustaría verla coger con otro hombre, se suponía que ese tema estaba olvidado,
además, igual se suponía que iba a ser de mutuo acuerdo, y sobre todo que yo
estaría presente. Ninguna de esas condiciones se había cumplido, pero a la vez,
me sentía muy excitado, emocionado, incluso
a ratos, contento, porque a pesar de que habían pasado muchos años sin
que lo hubiéramos logrado, por fin mi esposa estaría con otro hombre, y fue
cuando le puse tres condiciones: primero me contaría todo lo que hicieran, con
detalles, sin omitir nada, segundo, que cogería sin condón y tercero, que no se
limpiaría nada, que llegaría a casa con todo el semen que Esteban pudiera
arrojarle. Ella dudó y fue cuando usé el mismo argumento, “si hubieras cogido
con otro cuando queríamos ser swingers, no me hubieras contado nada, porque yo
hubiera estado ahí”, estábamos a mano, así que aceptó.
Nos
fuimos a dormir ambos emocionados de lo que sucedería al día siguiente.
Ese
día, en cuanto salí de la ducha, me dirigí a mi esposa, despertándola
suavemente y le dije: “Amor, es hora de que comiences a arreglarte”, ella se
metió a bañar, mientras yo busqué en sus cajones ropa interior. Escogí un
coordinado consistente en un brasier de media copa y una tanga ambos en color
negro. Encontré un liguero de la época en que incursionamos en el mundo swinger
y le tomaba fotos y los puse sobre la cama junto con unas medias negras.
Al
salir de bañarse y ver lo que estaba en la cama, me preguntó que significaba,
yo le respondí “Tu decidiste ir a coger con Esteban, ahora yo decido que te
pones.”, ella me contestó que con esa ropa se iba a ver muy puta y le contesté
“Estas a punto de convertirte en un, así que usa el uniforme” Ella se medio molestó,
pero finalmente aceptó ponerse esa ropa.
Antes
de que comenzara a vestirse, le pedí que me dejara arreglarle el pubis. En ese
entonces, mi esposa usaba el vello púbico recortado y delicadamente depilado, y
me ofrecí a ayudarle a
arreglárselo. Tomé un rastrillo, espuma para afeitar, un depilador y comencé a
depilarle esas zonas, hasta que quedó como me gustaba vérselo, un rectangulito
de vellos cortitos, sobre su rica área vaginal, que se antojaba comer a besos y
chupetones. Le puse un poco de crema y me quedé observándola pensando que había
ayudado a mi esposa a arreglarse el área genital, para que se la cogiera otro
hombre. Ese pensamiento me excitó de sobre manera y tuve que ir al baño a
masturbarme. Era la primer chaqueta que me hacía en honor a los cuerpos que me
iban a salir.
Inmediatamente
se puso la ropa que había dejado en la cama y en lo que ella se arreglaba, no
dejaba de pensar, que esa ropa que antes se ponía para que yo se la quitara,
ahora se la iba a quitar otro hombre. Los celos aparecían en mi mente,
acompañados de una excitación que me enloquecía, tenía ganas de cogerla en ese
momento, pero me contenía sólo de imaginar cómo sería que ella estuviera en
brazos de otro hombre.
Para
terminar, se puso un vestido blanco, que le llegaba arribita de la rodilla, muy
entallado y un escote que, aunque no era muy grande si dejaba ver un poco de
sus hermosos senos, que con el brasier de media copa, resaltaban aún más. Le
pregunté ¿Por qué de blanco? y me contestó “Hoy es mi luna de miel con Esteban
y es la primera vez que cojo con otro hombre, así que es como si estuviera
perdiendo mi virginidad” Ambos nos reímos y la dejé que terminara de
arreglarse.
Mientras
ella se maquillaba, no deje de observarla, en realidad mi esposa es muy bella y
cuando se esmera en su arreglo personal, sencillamente es preciosa. Hoy se
estaba arreglando como una princesa para ir a coger con otro hombre. Ese
pensamiento no dejaba de darme vueltas en la cabeza, Durante ese rato me
masturbe dos veces, y mientras lo hacía imaginaba como iba a ser ese encuentro.
Me imaginaba a Esteban acariciando el cuerpo desnudo de mi esposa, besándolo y
finalmente penetrándola hasta hacerla gritar de placer. En realidad era mucha mi
imaginación, la cual sería ampliamente superada por la realidad.
Pasamos
a dejar a los niños a la escuela y decidí llevarla a donde se vería con
Esteban, él no sabía que yo ya estaba enterado. Al principio mi esposa no
quería que la llevara, temía que alguno tuviera una reacción violenta,
finalmente la convencí. En el camino, le dije que no se preocupara por los
niños y que se tomara todo el tiempo que quisiera. Ella sólo se rio.
Llegamos
al restaurante, ambos nos bajamos de coche, Esteban esperaba en una mesa. Al
verme, su cara se llenó de asombro, pero se quedó sentado, yo decidí no
acercarme, simplemente tomé a mi mujer de la mano y le dije DISFRUTA y le di un
beso. Ella se alejó de mi y caminó hacia la mesa donde se encontraba Esteban.
Él la
saludó con un beso en la mejilla, pero mi esposa, sabiendo que aún la
observaba, tomó su cara y le dio un largo beso en la boca. No volvió a voltear
a donde estaba yo y Esteban, en un acto de extremo cinismo, mientras besaba a
mi esposa, le comenzó a acariciar el trasero. Era obvio el mensaje, a partir de
ese momento, durante ese día, mi esposa sería sólo de Esteban.
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