Esteban y mi esposa se continuaron besando y acariciando, ignorándome por completo. Las manos de Esteban recorrían por completo el cuerpo de mi esposa, deteniéndose en su entrada vaginal, esparciendo por todo el pubis y vientre el semen que momentos antes le había depositado. Lo mismo hacía cuando acariciaba las grandes nalgas de mi esposa, introducía uno o dos dedos en su ano e irremediablemente brotaba el semen que en abundancia había eyaculado dentro de ella.
Mi esposa
respondía a cada uno de los besos que Esteban le prodigaba, con una pasión para
mi desconocida, mientras sus manos acariciaban el torso desnuda de aquel
hombre. De vez en cuando sus labios se posicionaban en las tetillas de Esteban
y le daba pequeños mordiscos, logrando que él diera ligeros respingos de placer
al sentir la atrevida caricia. Una de sus manos nunca soltaba el enorme pene.
Lo recorría de arriba a abajo, bajaba el glande y sus dedos acariciaban la
cabeza de ese ariete que tanto placer le había brindado en los últimos meses.
Invariablemente, después de un rato de ardientes
caricias, el pene de Esteban nuevamente se puso duro. En realidad, era
envidiable la resistencia de ese semental.
Fue cuando mi esposa pareciera que recordó mi presencia. Se
levantó de la cama y se dirigió al sillón en el que me encontraba. En todas las
horas que llevábamos en esa habitación, era la primera vez que ella se me acercaba.
Me acarició el rostro con sus manos pegajosas del semen
que había limpiado del pene de Esteban y finalmente me dio un beso en la boca.
Se dio la vuelta y nuevamente se dirigió a la cama y tomó
a Esteban de la mano y lo hizo ponerse de pie. Nuevamente lo besó en la boca y
una de sus manos continuó con las caricias al grueso miembro de Esteban,
mientras el apretaba sus pechos y pellizcaba sus pezones.
Mientras besaba a Esteban y acariciaba su verga, me dirigió
varias miradas que yo traté de descifrar, pero debido al alto grado de
excitación en el que me encontraba, no logré entender.
Fue cuando con una lentitud pasmosa, mi esposa se fue
inclinando frente a esteban hasta quedar de rodillas, sin dejar de acariciar la
tranca que quedó exactamente a la altura de su cara.
Yo no podía dar
crédito a lo que estaba viendo. Mi esposa estaba arrodillada frente al hombre
que desde hace más de tres horas se la había estado cogiendo y ahora tenía su
verga en la mano frente a su cara.
Sin dejar de
mirarme, mi esposa sacó su lengua y la puso en la punta de la verga que tenía
enfrente. Yo me quedé estupefacto, no sabía, ni siquiera me imaginaba que eso
pudiera suceder, ya que mi esposa siempre me había dicho que era algo que solo
nos pertenencia a nosotros.
Mi esposa comenzó a recorrer con su lengua todo el tallo
de la verga de Esteban, hasta llegar a los testículos y de nueva cuenta ascendía
hasta el glande. Fueron tres o tal vez cuatro veces que repitió esa operación
con mucha lentitud, hasta que finalmente, abrió lo mas que pudo la boca y se
introdujo el enorme falo de Esteban.
Mi esposa cerró sus ojos y sus labios rodearon la
totalidad del glande y lentamente se fue introduciendo la enorme verga en la
boca. Sus ojos se cristalizaron al percibir la calidez del miembro y sentir
como llenaba su boca hasta casi tocar su garganta. Igual con lentitud, fue
sacando la enorme verga hasta llegar a la cabeza del glande, el cual chupo como
si se tratara de un biberón dándole tres o cuatro succiones, para volver a
introducirla y repetir la misma acción.
Esteban también estaba sorprendido, ya que, aunque
tampoco se lo había pedido antes, el no esperaba que mi esposa le hiciera sexo
oral delante de mi. Apoyó sus dos manos sobre la cabeza de mi Esposa y con
mirada excitada la miraba engullir su verga en varias ocasiones. Una vez que logró asimilar lo que estaba sucediendo, esbozó
una leve sonrisa y dirigió su mirada burlona hacia mí. Sus manos seguían
acompañando el cíclico movimiento de cabeza de mi esposa mientras chupaba y lamía
su verga.
Con ese acto, mi esposa se le había entregado por
completo. Ya nada estaba reservado para nosotros. Mi esposa acababa de derribar
el último acto de fidelidad que pudo haber existido de ella hacia mí y se lo
había entregado a ese hombre.
Después de un rato, mi esposa, ya que se había
acostumbrado al tamaño y grosor del miembro, comenzó con un movimiento de
entrada y salida aún más rápido, succionando lo mas que podía la enorme tranca.
Esteban cerraba los ojos disfrutando de esa caricia.
En un momento dado, abrió los ojos y volteó a verme sin
dejar de mamar la verga de Esteban. Yo azorado, no me perdía detalle de la
escena. Esteban al verme sonrió nuevamente de manera burlona. El último bastión
de fidelidad de mi esposa había caído. La única parte de mi esposa que él no
había profanado con su vergota, ahora estaba siendo el refugio de aquel miembro
de dimensiones colosales y ni siquiera lo había pedido, mi esposa simplemente
se lo había dado.
Fueron varios minutos durante los que vi como la verga de
Esteban entraba y salía e la boca de mi esposa, el no dejaba de darle caricias
en la cabeza, muchas veces presionándola contra su cuerpo para que su verga
llegara lo más hondo posible.
De repente, Esteban sacó su verga de la boca de mi mujer
y comenzó a apretarla fuertemente con su mano. Mi esposa se le quedó viendo
unos instantes y sin mas abrió su boca lo más que pudo.
Yo de plano me puse de pie al ver lo que iba a suceder.
Esteban apoyó su verga entre los labios abiertos de mi esposa y su lengua y
comenzó a descargar una gran cantidad de semen inundando su boca.
Ella nunca me había permitido terminar en su boca, si me
la había mamado en infinidad de ocasiones, pero jamás me había dejado eyacular
en su boca y ahora, estaba ahí, de rodillas, recibiendo en sus labios, el semen
de otro hombre.
El semen de Esteban escapaba por las comisuras de la boca
de mi esposa, pero ella no dejó no dejó escapar la verga de su amante hasta que
el dejó de eyacular. Inevitablemente, durante el proceso, ella bebió parte de
ese semen, pero una gran cantidad del mismo continuaba en su cavidad bucal.
Yo estaba conmocionado por lo que acababa de presenciar.
Con lentitud me senté en el sillón del cual apenas me había movido y cerré los
ojos, hundiendo mi cabeza entre mis manos tratando de asimilar lo vivido. De
repente sentí una mano en mi hombro, al levantar la cabeza, vi que era mi
esposa quien, con una ligera sonrisa, me hizo levantarme del sillón e
inmediatamente se prendió de mis labios. Al abrir la boca para devolver el
beso, sentí como me inundaba del semen que ella llevaba aun en su boca.
En un primer intento me quise separar, pero ella
aprisionó mi cabeza para continuar unidos y me pudiera transmitir todo el viscoso
liquido de aquel hombre. Casi de inmediato, acepté la situación y correspondí
al húmedo beso que me daba mi esposa. Al sentir el semen de Esteban en mi boca,
bebí una parte y la otra se la devolví a ¿mi mujer? Ella hizo lo mismo y así
ambos bebimos del néctar de vida de aquel hombre. El beso fue el mas largo que
nos hubiéramos dado, pero también el más erótico. Sólo quienes
lo hemos vivido sabemos lo que es besar a tu esposa después de que ella ha
tenido el pene de otro en su boca y ha bebido su semen.
Esteban también estaba asombrado, no esperaba esa
reacción tan fuerte de mi esposa, que en realidad era una forma de humillación
para mí. Siguió atentamente todo el acto e incluso su verga se puso nuevamente
tiesa de sólo observarlo.
Lentamente, se acercó hasta donde estábamos los dos y
así, de pie, mientras mi esposa me besaba, la penetró por enésima vez por el
ano. Mi esposa apenas lanzó un gemido al sentir como la tranca de Esteban la
invadía nuevamente. Son suavidad hico su trasero hacia atrás, tratando de que
la penetración fuera mas cómoda y mas profunda. Mis manos, recorrieron todo el
contorno de su cuerpo y se detuvieron en las nalgas de mi esposa, las aprisioné
fuertemente separándolas, permitiendo de esa manera que el ariete que perforaba
su ano, entrara aún más profundo.
Ella lanzó un pequeño grito al sentir las embestidas en
su culo abierto por mis manos y nos seguimos besando al ritmo que Esteban
impuso mientras se la cogía. Finalmente. Él estallo entro de ella. Su esperma nuevamente
inundo el recto de mi mujer y comenzó a brotar en cada empujón de verga que
Esteban le daba. Pronto, mis dedos se comenzaron a llenar del viscoso y cálido líquido,
y comencé a embarrar las nalgas de mi mujer con el.
Mi esposa se separó y entró al baño, mientras Esteban y
yo quedamos en la misma habitación, solos, él totalmente desnudo y con la verga
parada, yo atolondrado por lo que acababa de ver y de sentir.
Mi esposa salió del baño e inmediatamente se dirigió a
Esteban susurrándole algo al oído, Entonces él tomó sus cosas y entró al baño.
Mi esposa y yo quedamos en la habitación, sin decir nada, ella se sentó en la
ama y yo en el sillón. Después de un rato, Esteban salió totalmente vestido, se
dirigió a mi esposa y le dio un largo beso en la boca, después se dirigió a la
puerta no sin antes acercarse un poco a mi y decirme solamente: Gracias.
Inmediatamente salió de la habitación y se retiró.
Mi esposa y yo nos quedamos en silencio durante un largo
rato. Fue hasta que ella se acercó al sillón y me preguntó “¿Te vas a quedar
ahí sentado? Ven, recuéstate un poco, te vas a sentir más cómodo” y me tomó de
la mano y me llevó a la cama.
La cama estaba toda revuelta y al recostarme sentí como
todavía estaba caliente, por todo lo que había sucedido en ella durante esas
horas. Mi esposa se acostó a mi lado y comenzó a acariciar mi pelo, yo seguía
sin poder articular palabra.
Después de un rato, por fin pude decir algo: “¿Te
gustó?”, mi esposa sólo se me quedó viendo con una sonrisa y con la cabeza
asintió y después ella me preguntó “¿Y a ti?” y le contesté “A mi me gusta lo
que a ti te guste” y ella nuevamente sonrió. Finalmente nos besamos, pero esta
vez fueron besos tiernos no con la pasión con la que ella acaba de coger con
Esteban, sino disfrutando de un remanso de tranquilidad que nos permitiera
poner orden a nuestros pensamientos.
Mi esposa dijo, “Me baño rápido y si quieres ya nos
vamos” y yo le contesté “Si, vámonos, pero no te bañes” ella me miró
sorprendida y fue cuando nuevamente me acerqué a ella y comencé a olerla, metí
mis dedos en su vagina y en su ano y salieron llenos del semen de Esteban y de
inmediato me los llevé a la boca. Le pedí que se pusiera de perrito y mi lengua
comenzó a lamer su dilatado ano, introduje un dedo en el irritado orificio
tratando de extraer todo el semen que quedaba en él para poder lamerlo. Era
como si yo tratara de limpiar a mi esposa de todos los pecados que acababa de
cometer.
Mi graduación como cornudo, había concluido.
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